HOMBRE ESTELAR XIII
LA VIDA Y LOS PODERES DEL HOMBRE ESTELAR
Si se nos presentara la oportunidad de conocer y alternar con un
hombre estelar,
probablemente no seriamos capaces de advertir en él ninguna diferencia
apreciable con respecto al resto de la humanidad. Nada es más risible
que la semblanza física que algunos “místicos” pretenden hacer de los
grandes iniciados, donde se representa a los maestros legendarios, como Jesús,
Kut Humi, Moria, Serapis u otros, como poseedores de una belleza física extraordinaria, como si fueran verdaderos ángeles encarnados.
Esto
demuestra, precisamente, la idealización que la gente hace de estos
hombres, cuya apariencia física no difiere, en verdad, de aquélla del
hombre común que podemos ver en cualquier sitio. Lo único que los
denuncia a los ojos de quienes saben ver, es el aura de fuerza y poder
que los rodea, sus ojos brillantes, su rostro iluminado y la vibración
armónica que proyectan. Transcribiremos la interesante descripción que
se ha hecho de los
Rosacruces, citada por
Henri Durville en su libro “Historia de la Ciencia Secreta”.
Los Rosacruces constituyeron en su época la más importante Orden Hermética, semillero de
hombres estelares.
Sin
embargo, los verdaderos rosacruces no se muestran tan fácilmente, y la
mayor parte de las veces, quienes dicen serio y pretenden demostrarlo
por medio de toques o palabras de pase, no son sino vulgares imitadores
que usurparon el sagrado nombre. Hay rosacruces y “rosacruces”, y el
iniciado o estudiante sólo podrá reconocer a los auténticos por signos
internos, y no externos.
Después de esta disgresión, conozcamos el comentario sobre los rosacruces transcrito por
Durville:
“Su existencia aunque históricamente incierta, está rodeada de tal prestigio que lleva a la fuerza al asentimiento y conquista la admiración. Hablan de la humanidad como infinitamente por debajo de ellos; su orgullo es grande aunque su exterior sea modesto. Aman la pobreza y declaran que para ellos, constituye una obligación, aunque puedan disponer de inmensas riquezas.Se apartan de los afectos humanos y no se someten a ellos más que como a obligaciones de conveniencia que impone su permanencia en el mundo. Se portan muy cortésmente con las mujeres, aunque son incapaces de un cariño y las consideran como seres inferiores. Son sencillos y diferentes en el exterior pero la confianza en sí mismos que llena su corazón, no deja de radiar más que delante del infinito de los cielos. Son la gente más sincera del mundo pero el granito es blando en comparación con su impenetrabilidad.Cerca de los adeptos, los monarcas son pobres; a su lado los más sabios son estúpidos; no dan jamás un paso hacia la fama que deprecian, y si llegan a célebres, es a su pesar; no buscan los honores, ya que ninguna gloria humana les es conveniente.Su gran deseo es pasearse incógnitamente a través del mundo; por esto son negativos delante de la humanidad y positivos ante cualquier cosa; auto-arrastrados, auto-iluminados en sí mismos en todo, pero dispuestos a hacer el bien en la medida de sus fuerzas. ¿Qué medida puede aplicarse a esta inmensa exaltación? Los conceptos críticos se desvanecen delante de ella. El estado de estas filosofías ocultistas es lo sublime o lo absurdo. No pudiendo comprender su alma ni su objeto, el mundo declara que uno y otro son fútiles”.
Esta semblanza dista mucho de ser atractiva o agradable, pero expresa la visión que el
sapiens
tiene del
hombre estelar.
Por
nuestra parte, diremos que el Iniciado Hermetista, puede alcanzar los
siguientes privilegios a lo largo de su camino iniciático:
Liberarse de los complejos y pasiones inferiores. Liberarse del Computador Central de la especie y ser un hombre realmente despierto. Claridad mental absoluta y equilibrio emocional. Conocimiento de las fuerzas ocultas de la naturaleza (lo natural no conocido). Ingreso a la élite de los verdaderos sabios. El verdadero sabio es el sabio de la mente y no del intelecto. Sobreponerse a las eventualidades de la vida. Conocerse y encontrarse a sí mismo. Apoderarse del secreto de la felicidad y del amor. Desprogramación emocional, instintiva y cerebral. Liberarse del inconsciente colectivo o alma animal. Unirse a la divinidad interna. Conocer las verdades trascendentales y la verdad única, convirtiéndose en un sabio de la mente. Liberarse del dolor y sufrimiento estéril. Reencarnar conscientemente por medio de un “avatar”. Conocer las causas ocultas de todo lo que existe. Tener el poder de las vibraciones y secreto de las transmutaciones. Alcanzar la calidad de hombre o mujer estelar, por medio de una mutación genética y psicológica. Liberarse del Maya.
Estos
poderes ponen al hermetista en un nivel muy superior al del hombre
común y corriente, por lo cual, resulta una tarea muy ardua llegar a
conocer verdaderamente a un maestro hermetista, ya que aun cuando seamos
sus más íntimos amigos y él nos comunique sus más secretos pensamientos
y sentimientos, no nos será posible, desde nuestra posición
interpretarlos o evaluarlos adecuadamente, y probablemente lleguemos a
conclusiones absolutamente opuestas a la verdad.
Es menester considerar la condición netamente
espiritual del
hombre estelar,
y
que todas sus facultades superiores son de índole espiritual, a la
inversa de los cultores o practicantes de la magia astral, quienes no
necesitan haber despertado ni menos haberse desprogramado para ejecutar
sus “hechizos”. Sin embargo, es preciso advertir que el gran porcentaje
de quienes se dedican a “la magia”, caen de lleno en la “magia negra”,
la cual podemos definir, en una de sus acepciones, como “el uso y
proyección de la energía masa del cuerpo, sin haberse desprogramado con
anterioridad”.
Es
decir, todos aquellos aprendices de hechiceros son, por lo general,
hombres dormidos y programados, los cuales, dentro de su condición
onírica han tenido la oportunidad, por X motivo, de tener acceso a la
teoría hermética, y la emplean, usualmente, para satisfacer sus pasiones
inferiores o vivir la agradable ficción de pasar por seres “muy
evolucionados” y poderosos. A veces, detrás de estos personajes existe
la sinceridad del que engañándose a sí mismo vive en la fantástica
alucinación de un mundo subjetivo creado a su propio gusto.
“Magia negra” no es, comúnmente, aquélla que mata y destruye, sino más bien, la que provoca el caos y la anarquía porque sus cultores son utilizados por la bestia, de la cual no se han liberado, para sus propios y oscuros designios.
Es
fácil comprender que “lo mágico”, y “lo espiritual” son dos cosas
absolutamente diferentes, y que jamás se llega a lo espiritual por la
vía de “lo mágico”. A la inversa, no existe ningún sujeto que en verdad
sea espiritual, que no tenga acceso a “lo mágico”.
Magia sin espiritualidad es siempre magia negra.
Para comprender esto debemos recordar que
espiritualidad
no
es de ninguna manera “adoptar” una actitud espiritual de pureza,
mansedumbre y amor, sino que significa, como ya lo hemos dicho,
conseguir que el espíritu se manifieste a través del propio cerebro.
Por
este motivo, debemos, obligatoriamente, considerar a la Parasicología
como un conjunto de fenómenos de proyección de energía, los cuales no
tienen absolutamente nada que ver con lo espiritual. No se necesita ser
espiritual para convertirse en médium o tener premoniciones; por el
contrario, estos fenómenos ocurren en la esfera astral inferior,
relacionada con lo animal y pasional del ser humano.
Volviendo
a los poderes espirituales del hermetista, debemos decir que sus
atributos superiores no le permiten escaparse o eludir la realidad
material, sino muy al contrario, debe respetar las leyes del
todo,
ya que nadie puede ir contra las leyes.
Desde el momento en que vive en un cuerpo material, debe alimentarse,
dormir,
descansar y divertirse como cualquier otra persona; tiene que sufrir
los mismos problemas de cualquier organismo biológico en un medio
ambiente hostil. Los seudo libros de ocultismo han dado una falsa imagen
de esto, ya que pintan al iniciado como un ser fabuloso que no necesita
comer ni dormir, y que pasa la mayor parte del tiempo desdoblado en el
plano astral.
Se
confunde la perfección espiritual con la material, olvidando que la
perfección en la materia no existe, por estar ésta sometida a constantes
transformaciones. Sin embargo, el iniciado hermetista posee el secreto
de las transmutaciones, y puede, en ciertas circunstancias crear o
transformar situaciones vitales con el fin de aliviar problemas que lo
aquejen, o ayudar a otras personas que estén en posición difícil.
El
hombre estelar
es el poseedor de la verdad.
Mucha
gente se irrita al pensar que alguien pueda atribuirse la posesión de
la verdad absoluta, estimando esto como un acto de egocentrismo y
profunda arrogancia. Sin embargo, imaginemos por un momento que alguien
pudiera, efectivamente, tener acceso a la verdad absoluta. Ese hombre,
¿debiera callar para siempre y ocultar su conocimiento? ¿O bien, tendría
el deber de ayudar a quienes desearan llegar también al conocimiento de
la verdad?
Afirmamos
fehacientemente que el hombre estelar es poseedor de la verdad
absoluta, y que nadie puede llegar a lo absoluto sin convertirse primero
en hombre estelar.
Por lo tanto, nadie sino los
hombres estelares
tienen
la verdad absoluta, y esto ocurre no porque alguien en particular,
humano o divino, se las haya revelado, sino porque la especial
conformación cerebral e intelectual a la cual han llegado merced a su
mutación genética y psicológica, les permite conocer la realidad
desnuda, lo cual no es factible en las condiciones oníricas que vive el
sapiens.
Es menester comprender que el
sapiens
no posee
el órgano de la verdad,
sino más bien,
el órgano de la ilusión o mentira.
Algunos grandes maestros afirman que cuando el hombre vivía en el
paraíso, conocía la verdad, aun cuando no podía aprovechar este
conocimiento ya que no evolucionaba. Cuando Dios castigó al hombre con la expulsión del edén, le injertó
el órgano de la ilusión,
a fin de que pudiera llegar a la verdad sólo mediante el esfuerzo
titánico de su voluntad e inteligencia, y no por gracia divina. Esto
significa entonces que el hombre puede llegar a conocer la verdad y
además evolucionar, por poseer un cuerpo físico sujeto a las
transformaciones.
Ahora bien, el hecho de que un
hombre estelar
tenga
la verdad absoluta no quiere decir ni remotamente que lo sepa todo,
sino que al revés, es consciente de todo lo que ignora, pero tiene
la ciencia fundamental, con la cual es posible llegar a tener el conocimiento de todo que se quiera si se dispone para ello de un tiempo prudente.
Tener la verdad absoluta significa haber llegado por sobre el esquema universal, a la unión con el
todo,
quien crea y sostiene la ilusión universal.
Lo absoluto es lo que no cambia jamás lo que permanece siempre idéntico en su naturaleza intrínseca.
Precisamente,
las verdades herméticas no cambian en sí mismas, solamente es necesario
saber aplicarlas de distinta manera a situaciones siempre cambiantes.
Existen tres tipos de verdad:
Verdad cósmica absoluta: (conocimiento de los misterios de la naturaleza) (el conocimiento de los 7 principios herméticos) Verdad absoluta particular: (la verdad absoluta en relación a un problema o situación específica) Verdad relativa: (verdad para el mundo ilusorio y mentira para la verdad absoluta)
Es
desde, el punto de vista de la verdad relativa que se ha enunciado el
conocido aforismo que dice que “nada es verdad ni es mentira; todo es
según el color del cristal con que se mira”.
El
hombre estelar
es
feliz. Su felicidad no se basa, sin embargo, en los hechos materiales,
aún cuando usa de todo lo que la naturaleza le ofrece. Su felicidad se
basa en la perfección, hermosura, armonía y estabilidad de su mundo
interno. El mundo está lleno de gente infeliz, ya que buscan satisfacer
su “hambre interna” y no saben cómo hacerlo.
Cada
individuo necesita un particular alimento para su espíritu, que es el
único que lo va a saciar verdaderamente, pero generalmente su ignorancia
lo lleva a buscar una de estas sendas:
Los que satisfacen constantemente a su bestia sin alimentar el espíritu. Los ascetas que renuncian a los placeres materiales, por convicción interna o por la compulsión de sus complejos. Se entregan a la búsqueda espiritual pero no consiguen la felicidad anhelada. Losque tratando de mantener un equilibrio entre los dos puntos anteriores, no hacen sino esclavizarse a la ley del péndulo que los lleva alternativamente de una cosa a otra.
El
hombre estelar
llega
a un perfecto equilibrio interno, y establece por partes iguales la
satisfacción de su hambre espiritual y bestial, es decir, alimenta a su
bestia y a su espíritu, manteniendo así una perfecta estabilidad. Por
supuesto que su bestia no es aquella pervertida de la cual hemos hablado
en otros capítulos, sino una bestia pura y natural.
El hombre estelar
es
humilde. Conoce perfectamente la enorme magnitud de lo que ignora, y al
compararse él mismo con aquella inmensidad, se siente sobrecogido por
su propia pequeñez.
El hombre estelar
ama
a toda criatura viviente. Su conciencia está en todo y todo está en él.
Este sentimiento de unidad total lo hace profundamente conocedor de la
naturaleza humana, y al conocer los motivos profundos de los hombres,
encuentra difícil culparlos por sus errores. Nadie es capaz de dar más
amor que el, porque amar es dar, y el
hombre estelar
es
como un sol ardiente. Tal como el astro rey, él elabora energía en su
interior por medio de la transformación de la materia. (Como es arriba
es abajo.)
El
hombre estelar
es
justo e imparcial. La posesión del “juicio interno” lo capacita para
pensar siempre de manera impersonal, es decir, para juzgar sin que
intervengan sus simpatías ni antipatías personales, ni menos su
conveniencia individual. Un verdadero sabio es siempre justo.
El
hombre estelar carece de pasiones. Todas sus manifestaciones instintivas, emocionales e intelectuales,
son activas,
es decir, autogeneradas
de
modo genuino. Recibe y disfruta los estímulos, pero éstos no lo obligan
a sentir determinadas cosas ni consiguen esclavizarle; él goza de lo
que quiere disfrutar.
El
hombre estelar
es superior a la muerte. Si su cuerpo físico muere, no ocurre lo mismo con su
individualidad espiritual,
la
cual sobrevive a esta destrucción y toma posesión de otro cuerpo
físico, ya sea volviendo a los claustros maternos o bien “haciéndose
cargo” de un cuerpo ya crecido. Esto le permite reencarnar
conscientemente, constituyéndose en un
avatar.
El
hombre estelar
se
renueva a sí mismo constantemente. Modifica cada cierto tiempo sus
pautas de conducta, hasta el extremo de que sería posible, para un
observador cualquiera, afirmar que no las tiene. Conoce el misterio del
Ave Fénix que renace de entre sus propias cenizas, y cuando llega el
momento, se da muerte a sí mismo, produciéndose después un renacimiento
luminoso. Este proceso misterioso ocurre varias veces en la vida del
hombre estelar,
en el mismo cuerpo físico.
El
hombre estelar
es
absolutamente indiferente a la opinión ajena. No le importa, de ningún
modo, la imagen que él mismo pueda irradiar. Aún más, piensa que bajó
ciertas condiciones es preferible dar una “mala imagen”, ya que así no
hay posibilidades de idealización y se cuenta con amigos más sinceros.
Es amistoso, pero sólo con quienes poseen contenido interno; no tolera a
los superficiales, a no ser que tengan cualidades especiales en estado
latente.
El
hombre estelar
está
más allá del bien y del mal, y por lo tanto, su opinión sobre los
hechos del mundo y de la gente difiere considerablemente de lo común. A
veces es muy duro con el que ha cometido una falta que para nosotros
puede no tener ninguna importancia, y en otras oportunidades, trata con
benevolencia a quienes estimamos que merecen el peor de los castigos.
Nadie conoce cuáles son sus razones, pero tengamos por seguro que su
actitud no obedece jamás a un mero capricho.
El
hombre estelar
vive
causalmente. Por tener contacto con el plano superior de las causas, él
mismo es quien pone en movimiento las causas que desea que
posteriormente se manifiesten en su propia vida, u otras, como efectos
concretos. El vulgo debe limitarse a esperar que todo “les suceda” es
decir, que aquello que llaman casualidad los favorezca de la manera que
ellos esperan. Cuando esto no ocurre, deben resignarse a vivir los
efectos de causas que ignoran por completo.
El
hombre estelar
es
verdaderamente humano. Sus poderes espirituales no lo hacen apartarse
de la vida, y generalmente cumple sus deberes ciudadanos y se gana la
vida como una persona cualquiera. Si contrae matrimonio, procura siempre
elevar a su compañera a su mismo nivel, pero si no lo logra, sabe vivir
con paz, armonía y amor.
El
hombre estelar
no
profesa ninguna ideología política; solamente es un humanista que desea
que todos los seres humanos alcancen su evolución espiritual.
Observemos la diferencia que existe entre revolución y evolución. La
primera indica un giro que se repite cíclicamente, o sea, que todo
cambia, pero que posteriormente, con el paso del tiempo, todo vuelve a
ser como en un principio.
Evolución,
en cambio, indica una espiral ascendente, donde se lleva a cabo una
transformación profunda y no superficial. Está en contra de todo lo que
combate la libertad del individuo, pero al mismo tiempo, condena el
libertinaje. Considera qué para ser libre, es el propio individuo quien
tiene que merecerlo y conseguirlo y no esperarlo como una gracia de la
sociedad o de Dios.
El
hombre estelar
puede
enfermarse y morir como cualquier persona, ya que su cuerpo físico está
sujeto también a la ley de las transformaciones materiales. Sin
embargo, puede, en la mayoría de los casos, si es que así lo desea,
transmutar la enfermedad en salud, de manera progresiva y gradual.
El
peligro más grande para él, reside en las causas negativas tomadas de
otras personas a quienes ha prestado su ayuda en un momento dado, es
decir, al karma que ha absorbido, ya que esto provoca realmente “una
enfermedad de origen mental”, la cual resulta dificilísima de curar.
Recordemos que Jesús no pudo salvarse a si mismo a pesar de ser el salvador de la humanidad.
El
hombre estelar
no
es un ermitaño que permanezca aparte de los vaivenes de la vida; lejos
de ser insensible, vive de un modo mucho más intenso que el común de la
gente. Sin embargo, puede, si así lo dispone, ser más duro que una roca o
un diamante, o por el contrario, amar con todo su ser. Emocionalmente
hablando posee una sensibilidad exquisita, ya que su conciencia abarca
una gama de vibraciones infinitamente más amplia que la del hombre
común. Es como si poseyera un piano con un inmenso teclado, en el cual
existieran miles de notas diferentes, a diferencia de la escala común.
El hombre estelar
es
introvertido, pero no por egoísmo, sino por la riqueza extraordinaria
de su mundo interno. Su conciencia es tan rica, que le resulta doloroso
apartarse de ese real cielo para actuar en este mundo material. Esto es
particularmente doloroso para
el maestro de sabiduría hermética,
o
sea, quien ha asumido la responsabilidad de transmitir el conocimiento,
ya que todo auténtico Maestro es, en cierta forma, un crucificado,
símbolo de
JesuCristo.
Un axioma hermético rosacruz dice que “hay que descrucificar a Cristo (el
yo superior)
para
crucificar al corazón” (lo emocional egoísta). Nadie sabe el sacrificio
que puede significar para un individuo que llegó al cielo, el descender
nuevamente al oscuro mundo de barro. Sin embargo, esto obedece a la
verdadera sabiduría del principio de polaridad, ya que si el sujeto
estuviera permanentemente en el cielo, terminaría por degenerarse al no
tener obstáculo para su virtud. Es por eso que el
hombre estelar
vive
en el cielo pero con los pies en la tierra. Como ya lo hemos dicho en
otra parte de esta obra, es un “habitante de dos mundos”; vive
simultáneamente en el cielo y en la tierra; es humano y divino.
El
hombre estelar
conoce
los secretos del magnetismo universal, lo que le permite vitalizarse a
sí mismo y proyectar su conciencia a su alrededor.
Todo
hermetista de alto grado posee una tremenda irradiación magnética que
circunda su cuerpo a la manera de una esfera energética, que es la
prolongación de su fuerza mental. Este esferoide de energía magnética
abarca un espacio que está en relación al desarrollo espiritual del
iniciado. Se dice que
JesuCristo poseía una esfera magnética tan poderosa que abarcaba
todo el planeta tierra, esto provocaba una enorme influencia en la raza
humana.
A través de este arcano es posible entender por qué “Dios está en todas partes”, ya que su irradiación llena todo el Universo.
El
hombre estelar
practica
el secreto del “círculo evolutivo”. Ya nos hemos referido al “círculo
del burro”, es decir, al largo camino que recorre a veces “la bestia
humana”, para quedar siempre en el mismo lugar. Este circuito no le
aporta ningún provecho ni evolución.
A
la inversa, “el círculo evolutivo” consiste en el sabio manejo del
principio de la polaridad, donde el iniciado oscila entre la tierra y el
cielo, polarizándose y despolarizándose alternativamente. De este modo,
conserva un equilibrio perfecto y mantiene la sabiduría de quien no
alcanzó a acostumbrarse a la luz ni a la oscuridad. Sus largos viajes lo
conducen siempre al punto de partida, pero habiendo evolucionado
considerablemente.
Para poner un ejemplo de esto, citaremos el proceso tan bellamente relatado por
Herman Hesse
en “Sidharta”, donde el protagonista debe, luchar incansablemente
durante mucho tiempo para poder separarse de la muchedumbre humana y
poseer su propia individualidad.
Sin
embargo, después de alcanzarla, debe pasar toda clase de padecimientos y
experiencias diversas, para alcanzar al final, la unión con todo. Pero
qué diferencia, qué abismo infinito separa al Sidharta del comienzo con
el sabio del final; la evolución se ha cumplido. Si tuviéramos que
transmitir esto en un aforismo simple, diríamos que el mayor deseo de
quien ha caído, es elevarse al cielo, y el más fuerte impulso de quien
llegó al cielo, es, naturalmente, descender a la tierra. Nuevamente
debemos meditar en “La rebelión de los ángeles” de
Anatole France.
El
hombre estelar
posee
su propia moral. La moral celeste es diferente de la moral del hombre
terrestre. La celeste es absoluta e invariable dentro de la flexibilidad
del juicio interno, mientras que la terrestre se acomoda a las
costumbres de las culturas dominantes. Si un día dominara una cultura de
antropófagos, la antropofagia sería considerada perfectamente moral y
correcta; aun más, tal vez se castigaría a quienes no la practicaran.
Cuando decimos que la moral del
hombre estelar
es
invariable, no queremos significar que sea rígida, sino que a pesar de
transformarse constantemente permanece intacta en su naturaleza
esencial. El hermetista considera, en cambio, inmorales, muchas
actitudes del
sapiens
que nadie condena moralmente.
La
irresponsabilidad, el abuso del poder, el chantaje emocional, la
abulia, la hipocresía, el conformismo ciego, la autocompasión, el
condicionamiento cerebral por medio de la publicidad, la glorificación y
aplauso del automatismo de la inteligencia, son, por citar sólo unas
pocas, actitudes y costumbres inmorales del
sapiens.
La ética del hermetista es infinitamente más elevada y sólida que las acomodaticias reglas de conducta del vulgo.
El
poder del hombre estelar,
no
emana de su “tercer ojo”, ni de “chakras” o “Kundalini”. Tampoco posee
cualidades parasicológicas. Como ya lo hemos manifestado el hermetista
sostiene que las cualidades parasicológicas representan solamente el
“desplazamiento y proyección de la energía de la masa”, por lo cual,
mientras más bestial sea el sujeto, mayores posibilidades de éxito
tendrá.
Es
por esta razón que las cualidades parasicológicas “funcionan mejor”
cuando el sujeto está experimentando fuertes estados pasionales de tipo
instintivo o emocional, los cuales intensifican o multiplican la
irradiación de la energía de la masa. No existe ningún mérito espiritual
en esto, sólo es una “hechicería inconsciente”. El poder del hermetista
emana de su fuerza espiritual, de su pureza, del dominio de sus
pasiones, de la sublimación de su energía animal, y de la rectitud de
sus intenciones.
El
hombre estelar
puede
tener grandes problemas materiales en su vida terrenal, ya que su
enorme diferencia de nivel con la gente hace que ésta lo mire,
instintivamente, con desconfianza y temor, al percibir un poder extraño
que no sabe como catalogar.
Persecuciones
y fracasos económicos pueden convertirse en graves obstáculos para el
hermetista, cuyo “reino no es de este mundo”, y cuyas habilidades no son
las de destacar en esta tierra donde el éxito social y económico
corresponde a quienes poseen para ello una especial conformación
psicológica. No obstante, a pesar de que el hermetista puede fracasar en
algo, jamás lo agobiará dicha experiencia, y si se empeña lo
suficiente, terminará siempre por vencer.
El hombre estelar
hace
el bien, pero “mira muy bien a quien”. Presta su ayuda en la medida de
sus fuerzas, pero solamente a quienes, según su estimación, lo merecen
efectivamente. Considera que ayudar al que carece de mérito es en verdad
hacerle un mal. Si el apoyo que brinda es malgastado o no aprovechado,
vuelve a darlo dos o tres veces, pero no más.
El hombre estelar
puede
ser una persona muy difícil de tratar, o bien, la más agradable del
mundo. Acostumbrados a vivir en un mundo de mentiras, hipocresías,
engaños y falsedades, es un shock para algunos individuos el alternar
con el hombre estelar,
ya que éste es absolutamente genuino, natural y auténtico, sin pliegues ni escondrijos de ninguna clase.
Su
sinceridad puede resultar insoportable para el sujeto que se escuda
tras las incontables máscaras de la personalidad. Se ha tratado de
explicar la simplicidad natural de las actuaciones del hombre estelar
diciendo que “cuando come, come; si piensa, piensa; cuando habla, habla; y si descansa, descansa”.
No
es un ser perfecto ni aspira llegar a serlo; como ya lo hemos
expresado, se trata de alcanzar solamente una “relativa perfección”, ya
que la perfección absoluta no existe.
Sin embargo, al realizarse en su mutación de
hombre estelar,
ha terminado su ascensión al Olimpo, y es un habitante más del monte sagrado;
SemiDios que no desea todavía la divinidad absoluta. No obstante,
jamás terminará de estudiar los misterios del Universo, los cuales no
podrá conocer nunca de manera completa.
Tal
vez se piense que ésta es una senda demasiado individualista, en una
época en que el mundo se vuelca cada vez de manera más acelerada hacia
una estructuración colectiva. A quienes opinen de este modo, debemos
hacerles notar que si una persona no adquiere primero
su individualidad,
no
es, en realidad, sino un apéndice de la muchedumbre; nada más que uno
de los elementos formativos de un circuito que a la vez es parte de la
gran maquinaria.
Comprendemos
que existan individuos que por haber fracasado en lo personal,
pretendan fundir su indeseable yo con el colectivo de las muchedumbres,
pero también tiene que existir la oportunidad de emanciparse y
desarrollar un yo superior hasta llevarlo a la plena realización y
madurez.
Es
preciso, para entender esto, diferenciar al sujeto cuyo simple egoísmo
lo lleva a un individualismo ciego y pernicioso para la sociedad de
aquél que habiendo conseguido
ser individual,
tiene muy claros sus deberes para con la humanidad. Sólo quien llegó a ser libre puede tener una verdadera
conciencia colectiva,
pero
conservando su plena libertad y autonomía, sin ceder su cerebro a
ningún conquistador. ¡Qué diferencia existe entre estar integrado a la
humanidad por incapacidad de ser libre, a unirse a ella después de haber
alcanzado la libertad!
Resulta interesante considerar que el
sapiens
teme
a la libertad, ya que ésta involucra, precisamente, lo único que no
puede tener un animal que vive en rebaño: individualidad inteligente.
Por el mismo motivo, procura agruparse en movimientos que no le exijan
pensar o tomar decisiones. A la inversa, el camino hermético obliga al
sujeto a tomar en sus manos la responsabilidad de su propia vida, en vez
de transferirla a los grupos sociales.
Desde
un punto de vista filosófico, podemos afirmar que “nada puede hacer por
el mundo y la gente, quien no alcanza primero su propia existencia
individual”. Quien “no es”, nada tiene para dar. Por el contrario,
cuando el hermetista ha llegado a su plena estatura individual, está en
condiciones de ayudar a la humanidad de la única manera verdaderamente
eficaz: enseñándole a vivir sabiamente.
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