EL KYBALION CAPÍTULO XIII.CAPÍTULO XIV


CAPÍTULO XIII
GÉNERO
«El género está en todo; todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los
planos.»
El Kybalion.
El gran séptimo principio hermético -el principio de género- incorpora la verdad de que hay género manifestado en
todo; que los principios masculino y femenino están siempre presentes y activos en todas las fases de los
fenómenos, en cada y todo plano de vida. En este punto creemos conveniente llamar vuestra atención al hecho de
que el género, en su sentido hermético, y el sexo en el uso ordinariamente aceptado del término, no son lo mismo.
La palabra «género» se deriva de la raíz latina que significa «engendrar, procrear, generar, crear, producir».
Una consideración momentánea os mostrará que la palabra tiene un significado mucho más amplio y general que el
término «sexo», refiriéndose el último a las distinciones físicas entre las cosas vivientes macho y hembra. El sexo
es meramente una manifestación del género en un cierto plano del gran plano físico -el plano de la vida orgánica-.
Deseamos imprimir esta distinción
sobre vuestras mentes, por la razón de que ciertos escritores, que han adquirido un conocimiento superficial de la
filosofía hermética, han buscado identificar este séptimo principio hermético con teorías y enseñanzas salvajes y
fantasiosas, y a menudo reprensibles, concernientes al sexo.
El oficio del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todo
plano de fenómenos. Es algo difícil producir pruebas de esto a lo largo de líneas científicas, por la razón de que la
ciencia no ha reconocido todavía este principio como de aplicación universal. Pero a pesar de eso están surgiendo
algunas pruebas a partir de fuentes científicas. En primer lugar, encontramos una clara manifestación del principio
de género entre los corpúsculos, iones o electrones, que constituyen la base de la materia tal como la ciencia
conoce ahora la última, y que formando ciertas combinaciones forman el átomo, que fue considerado hasta muy
recientemente como final e indivisible.
La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto de una multitud de corpúsculos, electrones o iones
(siendo aplicados los diversos nombres por autoridades diferentes), revolucionando uno alrededor del otro y
vibrando en un grado de intensidad elevados. Pero se hace la afirmación acompañante de que -la formación del
átomo es debida realmente al amontonamiento de corpúsculos negativos alrededor de uno positivo, pareciendo
ejercer los corpúsculos positivos una cierta influencia sobre los corpúsculos negativos, haciendo que los últimos
asuman ciertas combinaciones y así «crean» o «generan» un átomo. Esto está en línea con las más antiguas
enseñanzas herméticas, que han identificado siempre el principio masculino del género con el polo «positivo», y el
femenino con el polo «negativo» de la electricidad (así llamada).
Ahora una palabra en este punto concerniente a esta identificación. La mente del público se ha formado una
impresión enteramente errónea concerniente a las cualidades del llamado polo «negativo» de la materia electrificada
o magnetizada. Los términos positivo y negativo son aplicados muy erróneamente a este fenómeno por la ciencia.
La palabra positivo significa algo real y fuerte, cuando se compara con una irrealidad o debilidad negativa. Nada
está más lejos de los hechos reales de los fenómenos eléctricos. El llamado polo negativo de la batería es realmente
el polo en y por el que se manifiesta la generación o producción de nuevas formas y energías. No hay nada
«negativo» respecto a él. Las mejores autoridades científicas usan ahora la palabra «cátodo» en lugar de
«negativo», viniendo la palabra cátodo de la raíz griega que significa «descendencia, el sendero de generación,
etc.». Del polo cátodo emerge el enjambre de electrones o corpúsculos; del mismo polo emergen estos maravillosos
«rayos» que han revolucionado las concepciones científicas durante la década pasada. El polo cátodo es la madre
de todos los extraños fenómenos que han vuelto inútiles los viejos libros de texto, y que han causado que muchas
teorías aceptadas desde hace largo tiempo sean relegadas a la pila de sobras de la especulación científica. El
cátodo, o polo negativo, es el principio madre de los fenómenos eléctricos y de las formas iiiás finas de materia
conocidas todavía por la ciencia. Así que veis que estamos usti cados en rehusarnos a usar e termino «negativo»
en nuestra consideración del asunto, y en insistir sobre sustituir la palabra «femenino» por el viejo término. Los
hechos del caso nos confirman en esto, sin tomar en consideración las enseñanzas herméticas. Y así usaremos la
palabra «femenino» en lugar de «negativo» al hablar de ese polo de actividad.
Las últimas enseñanzas científicas son que los corpúsculos creativos o electrones son femeninos (la ciencia dice
que «están compuestos de electricidad negativa», nosotros decimos que están compuestos de energía femenina).
Un corpúsculo femenino se desprende de, o más bien abandona, un corpúsculo masculino, y comienza una nueva
carrera. Busca activamente una unión con un corpúsculo masculino, siguiendo un impulso natural a crear nuevas
formas de materia o energia. Un escritor va tan lejos como para usar el término «busca al punto, por su propia
volición, una unión», etc. Este desprendimiento y union forman la base de la mayor parte de las actividades del
mundo químico. Cuando el corpúsculo femenino se une con un corpúsculo masculino, ha comenzado un cierto
proceso. Las partículas femeninas vibran rápidamente bajo la influencia de la energía masculina, y circulan
rápidamente alrededor de la última. El resultado es el nacimiento de un nuevo átomo. Este nuevo átomo está
compuesto realmente de una unión de los electrones o corpúsculos masculino y femenino, pero cuando se forma la
unión el átomo es una cosa separada, teniendo ciertas propiedades, pero no manifestando ya más la propiedad de
electricidad libre. El proceso de desprendimiento o separación de los electrones femeninos es llamado
«ionización». Estos electrones, o corpúsculos, son los trabajadores más activos en el campo de la Naturaleza.
Surgiendo de sus uniones, o combinaciones, se manifiestan los variados fenómenos de la luz, el calor, la
electricidad, el magnetismo, la atracción, la repulsión, la afinidad química y lo opuesto, y fenómenos similares. Y
todo esto surge a partir de la operación del principio de género en el plano de la energía.
La parte del principio masculino parece ser la de dirigir una cierta energía inherente hacia el principio femenino,
iniciando así a la actividad los procesos creativos. Pero el principio femenino es el que está haciendo siempre el
trabajo creativo -y esto es así en todos los planos -. Y, sin embargo, cada principio es incapaz de energía operativo
sin la asistencia del otro. En algunas de las formas de vida, los dos principios están combinados en un organismo.
Por eso, todo en el mundo orgánico manifiesta ambos géneros -siempre está presente el masculino en la forma
femenina, y el femenino en la forma masculina-. Las enseñanzas hennéticas incluyen mucho concerniente a la
operación de los dos principios del género en la producción y manifestación de diversas formas de energía, etc.,
pero no estimamos conveniente entrar en detalles concernientes a las mismas en este punto, porque somos
incapaces de respaldarlas con pruebas científicas, por la razón de que la ciencia no ha llegado aún tan lejos. Pero el
ejemplo que os hemos dado de los fenómenos de los electrones o corpúsculos os mostrará que la ciencia está en el
sendero correcto, y os dará también una idea general de los principios subyacentes.
Algunos investigadores científicos prominentes han anunciado su creencia de que en la formación de los cristales
habría de encontrarse algo que corresponde con la «actividad sexual», lo que es otra paja que muestra la dirección
en que están soplando los vientos científicos. Y cada año traerá otros hechos para corroborar la corrección del
principio hermético de género. Se encontrará que el género está en operación y manifestación constante en el área
de la materia inorgánico y en el área de la energía o fuerza. La electricidad es ahora considerada generalmente como
el «algo» en el que todas las otras formas de energía parecen fundirse o disolverse. La «teoría eléctrica del
universo» es la última doctrina científica, y está creciendo rápidamente en popularidad y en aceptación general. Y
se sigue así que si somos capaces de descubrir en los fenómenos de la electricidad -incluso en la raíz y fuente
misma de sus manifestaciones - una evidencia clara e inconfundible de la presencia del género y sus actividades,
estamos justificados en pediros que creáis que la ciencia ha ofrecido por fin pruebas de la existencia en todos los
fenómenos universales de ese gran principio hermético: el principio de género.
No es necesario que os toméis vuestro tiempo con los fenómenos bien conocidos de la «atracción y repulsión» de
los átomos la afinidad química; los «amores y odios» de las partículas atómicas-, la atracción o cohesión entre las
moléculas de matena. Estos hechos son demasiado bien conocidos para necesitar un comentario ampliado por parte
nuestra. Pero ¿habéis considerado alguna vez que todas estas cosas son manifestaciones del principio de género?
¿No podéis ver que los fenómenos coinciden plenamente con el de los corpúsculos o electrones? Y mas aún, ¿no
podéis ver la razonabilidad de las enseñanzas herméticas que afirman que la ley misma de gravitación -esa extraiía
atracción en razón de la cual todas las partículas y cuerpos de materia en el universo tienden uno hacia el otro- no
es sino otra manifestación del principio de género, que opera en la dirección de atraer las energías masculinas hacia
las femeninas, y viceversa? No podemos ofrecemos una prueba científica de esto en este momento, pero examinad
los fenómenos a la luz de las enseñanzas herméticas sobre el asunto, y ved si no tenéis una mejor hipótesis que
funcione que cualquiera ofrecida por la ciencia física. Someted todos los fenómenos físicos a la prueba, y
dis cerniréis el principio de género siempre en evidencia.
Pasemos ahora a una consideración de la operación del principio en el plano mental. Muchos rasgos interesantes
están aguardando ahí su examen.
CAPÍTULO XIV
GÉNERO MENTAL
A los estudiantes de psicología que han seguido la tendencia moderna de pensamiento a lo largo de las líneas de
los fenómenos mentales les ha llamado la atención la persistencia de la idea de la mente dual que se ha manifestado
tan fuertemente durante los pasados diez o quince años, y que ha dado origen a un número de plausibles teorías
concernientes a la naturaleza y constitución de estas «dos mentes». El fallecido Thomson J. Hudson alcanzó gran
popularidad en 1893 avanzando su bien conocida teoría de las «mentes objetiva y subjetiva» que sostenía que
existían en todo individuo. Otros escritores han atraído casi igual atención por las teorías concernientes a las
«mentes consciente y subconsciente», las «mentes voluntaria e involuntaria», «las mentes activa y pasiva», etc.
Las teorías de los diversos escritores difieren una de la otra, pero permanece el principio subyacente de «la
dualidad de la mente».
El estudiante de la filosofía hermética está tentado a sonreír cuando lee y oye de estas muchas «nuevas teorías»
concemientes a la dualidad de la mente, adhiriéndose tenazmente cada escuela a sus propias teorías caprichosas, y
exclamando cada una haber «descubierto la verdad». El estudiante vuelve las páginas de la historia oculta, y muy
atrás en los oscuros comienzos de las enseñanzas ocultas encuentra referencias a la antigua doctrina hermética del
principio de género en el plano mental -la manifestación del género mental-. Y examinando más lejos encuentra que
la filosofía antigua tuvo conocimiento del fenómeno de la «mente dual», y dio cuenta de él por la teoría del género
mental. Esta idea del género mental puede ser explicada en unas pocas palabras a los estudiantes que están
familiarizados con las teorías modernas recién aludidas. El principio masculino de la mente corresponde a la así
llamada mente objetiva, mente consciente, mente voluntaria, mente activa, etc. Y el principio femenino de la mente
corresponde a la así llamada mente subjetiva, mente subconsciente, mente involuntaria, mente pasiva, etc. Desde
las enseñanzas herméticas no están de acuerdo con las muchas teorías modernas concemientes a la naturaleza de
las dos fases de la mente, ni admiten muchos de los hechos alegados para los dos respectivos aspectos, siendo
llevadas muy lejos algunas de dichas teorías y alegatos e incapaces de soportar la prueba del experimento y la
demostración. Apuntamos a las fases de acuerdo meramente con el propósito de ayudar al estudiante a asimilar su
conocimiento previamente adquirido con las enseñanzas de la filosofía hermética. Los estudiantes de Hudson
notarán la afirmación al comienzo de su segundo capítulo de «La ley de los fenómenos psíquicos», de que: «La
jerga mística de los filósofos herméticos descubre la misma idea general» -i. e., la dualidad de la mente-. Si el Dr.
Hudson se hubiese tomado el tiempo y problema de descifrar un poco de «la jerga mística de la filosofía
hermética», habría podido recibir mucha luz sobre el tema de «la mente dual»; pero entonces, quizá su obra
sumamente interesante podría no haber sido escrita. Consideremos ahora las enseñanzas herméticas concernientes
al género mental.
Los instructores herméticos imparten su instrucción concerniente a este sujeto invitando a sus estudiantes a
examinar el dictamen de sus conciencias en lo que atañe a su ser. Se les invita a los estudiantes a volver su
atención hacia adentro sobre el ser que habita dentro de cada uno. Se conduce a cada estudiante a ver que su
conciencia le da primero un dictamen de la existencia de su ser -el dictamen es «yo soy»-. Éstas al principio parecen
ser las palabras finales de la conciencia, pero un pequeño examen posterior descubre el hecho de que este «yo
soy» puede ser separado o fragmentado en dos partes distintas, o aspectos, que mientras que trabajan al unísono
y en conjunción, pueden, no obstante, ser separados en la conciencia.
Mientras que al principio parece haber sólo un «yo» existente, un examen más cuidadoso y más de cerca revela el
hecho de que existe un «yo» y un «mí». Estos gemelos mentales difieren en sus características y naturaleza, y un
examen de su naturaleza y los fenómenos que surgen de la misma arrojará mucha luz sobre muchos de los
problemas de la influencia mental.
Comencemos con una consideración del «mi», que es usualmente confundido con el «yo» por el estudiante, hasta
que empuja la pesquisa un poco más lejos atrás en los escondrijos de la conciencia. Un hombre piensa de su ser
(en su aspecto de «mí») como estando compuesto de ciertos sentimientos, apetencias, gustos, disgustos, hábitos,
ataduras peculiares, características, etc., todo lo cual contribuye a componer su personalidad o el «ser» conocido a
él mismo y a otros. Él sabe que estas emociones y sentin-úentos cambian, nacen y se desvanecen, están sujetos al
principio de ritmo y al principio de polaridad, que le llevan de un extremo de sentín-úento al otro. También piensa
en el «mí» como siendo cierto conocimiento reunido en su mente, y formando así una parte de sí mismo. Este es el
«mí» de un hombre.
Pero hemos procedido demasiado rápidamente. El «mí» de muchos hombres puede decirse que consiste
mayormente de su conciencia del cuerpo y sus apetitos físicos, ete. Estando su conciencia mayormente ligada a su
naturaleza corporal, ellos prácticamente «viven ahí». Algunos hombres van incluso tan lejos como para considerar
su vestido personal como una parte de su «mí», y realmente parecen considerarlo una parte de sí rmsmos. Un
escritor ha dicho humorísticamente que «los hombres constan de tres partes: alma, cuerpo y trajes». Esta gente
«consciente de sus trajes» perdería su personalidad si se la desvistiese de su ropaje por los salvajes con ocasión
de un naufragio. Pero incluso muchos que no están tan fuertemente atados con la idea de la vestimenta personal se
adhieren estrechamente a la conciencia de que sus cuerpos sean su «mí». No pueden concebir un ser
independiente del cuerpo. Su mente parece serles prácticamente «algo que pertenece a» su cuerpo -lo que en
muchos casos es en verdad.
Pero conforme el hombre se eleva en la escala de la conciencia, es capaz de desenredar su «mí» de su idea del
cuerpo, y es capaz de pensar en su cuerpo como «perteneciente a» la parte mental de él. Pero incluso entonces
está muy expuesto a identificar el «mí» enteramente con los estados mentales, sentimientos, etc., que siente que
existen dentro de . Est muy expuesto a considerar estos estados intemos como idénticos consigo mismo, en vez de
que sean simplemente «cosas» producidas por alguna parte de su mentalidad, y existiendo dentro de él -de él y en
él, pero aún no «él mismo»-. El ve que puede cambiar estos estados intemos de sentimientos por un esfuerzo de la
voluntad, y que puede producir un sentimiento o estado de una naturaleza exactamente opuesta, del mismo modo, y
sin embargo el mismo «mí» existe. Y así después de un rato es capaz de dejar a un lado estos diversos estados
mentales, emociones, sentimientos, hábitos, cualidades, características y otras pertenencias mentales personales;
es capaz de dejarlas a un lado en la colección «no mí» de curiosidades e impedimentos, así como valiosas
posesiones. Esto requiere mucha concentración mental y poder de análisis mental de parte del estudiante. Pero,
sin embargo, la tarea es posible para el estudiante avanzado, e incluso aquellos no tan avanzados son capaces de
ver, en la imaginación, cómo puede ser llevado a cabo el proceso.
Después de que se ha llevado a cabo este proceso de dejar a un lado, el estudiante se encontrará en posesión
consciente de un «ser» que puede ser considerado en sus aspectos duales de «yo» y «mí ». Se sentirá que el «mí»
es un algo mental en que los pensamientos, ideas, emociones, sentimientos y otros estados mentales pueden ser
producidos. Puede ser considerado como la «matriz mental», como los antiguos lo nombraban, capaz de generar
retoños mentales. Se presenta a la conciencia como un «mí» con poderes latentes de creación y generación de
progenie mental de todas suertes y clases. Sus poderes de energía creativa se siente que son enormes. Pero aún
parece ser consciente de que debe recibir alguna forma de energía de su «yo» compañero, o de algún otro «yo»,
antes de ser capaz de traer a la existencia sus creaciones mentales. Esta conciencia trae consigo la realización de
una enorme capacidad para el trabajo mental y la capacidad creativa.
Pero el estudiante pronto encuentra que esto no es todo lo que encuentra dentro de su conciencia interna.
Encuentra que existe un algo mental que es capaz de querer que el «mí» actúe a lo largo de ciertas líneas creativas,
y que es capaz también de permanecer a un lado y observar la creación mental. A esta parte de sí mismos se le
enseña a llamarla su «yo». Él es capaz de descansar en su conciencia a voluntad. El no encuentra ahí la conciencia
de una capacidad de generar y crear activamente, en el sentido del proceso gradual acompañante a las operaciones
mentales, sino más bien una sensación y conciencia de la capacidad de proyectar una energía desde el «yo» hasta
el «mí» -un proceso de «querer» que la creación mental comience y proceda-. Encuentra también que el «yo» es
capaz de permanecer a un lado y observar las operaciones de creación y generación mental del «mí». Hay este
aspecto dual en la mente de toda persona. El «yo» representa el principio masculino del género mental; el «mí»
representa el principio femenino. El «yo» representa el aspecto de ser; el «mí», el aspecto de venir a ser. Notaréis
que el principio de correspondencia opera en este plano igual que lo hace sobre el gran plano sobre el que se lleva
a cabo la creación de universos. Los dos son similares en clase, aunque vastamente diferentes en grados. «Como
es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»
Estos aspectos de la mente -los principios masculino y femenino, el «yo» y el mí»-, considerados en conexión con
los bien conocidos fenómenos mentales y psíquicos, dan la llave maestra a estas regiones oscuramente conocidas
de operación y manifestación mental. El principio de género mental da la verdad subyacente a toda el área de los
fenómenos de influencia mental, etc.
La tendencia del principio femenino es siempre en la dirección de recibir impresiones, mientras que la tendencia del
principio masculino es siempre en la dirección de dar o expresar. El principio femenino tiene un área de operación
mucho más variada de lo que tiene el principio masculino. El principio femenino conduce el trabajo de generar
nuevos pensamientos, conceptos, ideas incluyendo el trabajo de la imaginación. El principio masculino se contenta
con el trabajo de la «voluntad», en sus variadas fases. Y sin embargo, sin, la ayuda activa de la voluntad del
principio masculino, el principio femenino está expuesto a permanecer contento con generar imágenes mentales que
son el resultado de impresiones recibidas desde el exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.
Las personas que pueden dar una atención y pensamiento continuados a un asunto emplean activamente ambos de
los principios mentales: el femenino en el trabajo de la generación mental activa, y la voluntad masculina en
estimular y energetizar la porción creativa de la mente. La mayoría de las personas realmente no emplean el
principio masculino sino poco, y están contentas con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas instilados
dentro del «mí» a partir del «yo» de otras mentes. Pero no es nuestro propósito detenernos sobre esta fase del
asunto, que puede ser estudiada a partir de cualquier buen libro de texto sobre psicología, con la llave que os
hemos dado concemiente al género mental.
El estudiante de los fenómenos psíquicos se percata de los maravillosos fenómenos clasificados bajo el
encabezamiento de telepatía, transferencia de pensamiento, influencia mental, sugestión, hipnotismo, etcétera.
Muchos han buscado una, explicación de estas variadas fases de los fenómenos bajo las teorías de los diversos
instructores de la «mente dual». Y en cierta medida están en lo correcto, pues hay claramente una manifestación de
dos fases distintas de actividad mental. Pero si tales estudiantes quieren considerar estas «mentes duales» a la luz
de las enseñanzas herméticas concernientes a las vibraciones y el género mental, verán que la llave tanto tiempo
buscada está a mano.
En los fenómenos de la telepatía se ve cómo la energía vibratorio del principio masculino se proyecta hacia el
principio femenino de otra persona, y la última toma el pensamiento simiente y permite que se desarrolle a la
madurez. Del mismo modo operan la sugestión y el hipnotismo. El principio masculino de la persona que da las
sugestiones dirige un vaho de energía vibratorio o poder de la voluntad hacia el principio femenino de la otra
persona, y la última, aceptándolo, lo hace suyo y actúa y piensa acordemente. Una idea así alojada en la mente de
otra persona crece y se desarrolla, y con el tiempo es considerada como el vástago mental de pleno derecho del
individuo, mientras que es en realidad como el huevo del cuclillo puesto en el nido del gorrión, donde destruye al
vástago de pleno derecho y se pone como en su hogar. El método normal es que los principios masculino y
femenino en la mente de una persona se coordinen y actúen armoniosamente en conjunción uno con el otro. Pero,
desgraciadamente, el principio masculino en la persona corriente es demasiado perezoso para actuar -el despliegue
de poder de la voluntad es demasiado ligero- y la consecuencia es que tales personas son regidas casi enteramente
por las mentes y voluntades de otras personas, a las que permiten hacer su pensamiento y volición por ellas.
¿Cuántos pocos pensamientos o acciones originales son ejecutados por la persona corriente? ¿No son la mayoría
de las personas meras sombras o ecos de otras que tienen voluntades o mentes más fuertes que ellas? El problema
es que la persona corriente reside casi del todo en su conciencia de «mí», y no realiza que tiene una cosa tal como
un «yo». Se polariza en su principio femenino de la mente, y al principio masculino, en el que está alojada la
voluntad, se le permite permanecer inactivo y no empleado.
Los hombres y las mujeres fuertes del mundo manifiestan invariablemente el principio masculino de la voluntad, y
su fortaleza depende materialmente de este hecho. En vez de vivir sobre las impresiones hechas sobre sus mentes
por otros, dominan sus propias mentes por su voluntad, obteniendo la clase de imágenes mentales deseada, y más
aún dominan igualmente las mentes de otros, de la misma manera. Mirad a la gente fuerte, cómo se las apaña para
implantar sus pensamientos-simiente en las mentes de las masas de la gente, haciendo así que la última tenga
pensamientos acordes con los deseos y voluntades de los individuos fuertes. Es por esto que las masas de gente
son tales criaturas semejantes a borregos, no originando nunca una idea propia, ni usando sus propios poderes de
actividad mental.
La manifestación del género mental puede ser advertida en todo nuestro alrededor en la vida de cada día. Las
personas magnéticas son aquellas que son capaces de usar el principio masculino de modo de impresionar sus
ideas sobre otras. El actor que hace a la gente gemir o llorar como desea, está empleando este principio. E
igualmente lo está el orador con éxito, hombre de estado, predicador, escritor u otra gente que está ante la atención
pública. La peculiar influencia ejercida por alguna gente sobre otros es debida a la manifestación del género mental,
a lo largo de las líneas vibratorias arriba indicadas. En este principio yace el secreto del magnetismo personal, la
influencia personal, la fascinación, etc., así como los fenómenos agrupados generalmente bajo el nombre de
hipnotismo.
El estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos de los que generalmente se habla como de «psíquicos»
habrá descubierto la parte importante jugada en dichos fenómenos por esa fuerza que la ciencia ha denominado
«sugestión», término por el cual se quiere dar a entender el proceso o método por el que una idea es transferida a, o
«impresionada sobre», la mente de otro, haciendo que la segunda mente actúe de acuerdo con ella. A fin de
comprender inteligentemente los variados fenómenos psíquicos en los que subyace la sugestión es necesario un
entendimiento correcto de la sugestión. Pero aún más necesario le es un conocimiento de la vibración y el género
mental al estudiante de la sugestión. Pues el principio completo de la sugestión depende del principio del género
mental y de la vibración.
Es acostumbrado en los escritores y profesores de la sugestión explicar qué es la mente «objetiva o voluntaria» la
que hace la impresión mental, o sugestión, sobre la mente «subjetiva o involuntaria». Pero no describen el proceso
o no dan analogía ninguna en la naturaleza por la que podamos comprender más fácilmente la idea. Pero si queréis
pensar en la cuestión a la luz de las enseñanzas herméticas, seréis capaces de ver que la energetización del principio
femenino por la energía vibratoria del principio masculino está de acuerdo con las leyes universales de la
naturaleza, y que el mundo natural proporciona incontables analogías por las que el principio puede ser entendido.
De hecho, las enseñanzas herméticas muestran que la creación misma del universo sigue la misma ley, y que en
todas las manifestaciones creativas, sobre los planos de lo espiritual, lo mental y lo físico, está siempre en
operación este principio de género, esta manifestación de los principios masculino y femenino. «Como es arriba, es
abajo; como es abajo, es arriba.» Y más aún que esto, una vez que el principio de género mental es captado y
entendido, los variados fenómenos de la psicología se vuelven al punto capaces de clasificación y estudio
inteligentes, en vez de estar muy en la oscuridad. El principio «funciona» en la práctica, porque está basado sobre
las inmutables leyes universales de la vida.
No entraremos en una discusión extendida, o descripción, de los variados fenómenos de la influencia mental o la
actividad psíquica. Hay muchos libros, muchos de ellos bastante buenos, que han sido escritos y publicados
sobre este asunto en los últimos años. Los hechos principales establecidos en estos diversos libros son correctos,
aunque los distintos autores hayan intentado explicar los fenómenos por múltiples y caprichosas teorías que les
son propias. El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y usando la teoría del género mental será capaz
de poner orden a partir del caos de la teoría y las enseñanzas conflictivas, y puede, más aún, hacerse prontamente
él mismo un maestro del tema si así estuviera inclinado a hacerlo. El propósito de esta obra no es dar un relato
extendido de los fenómenos psíquicos, sino más bien dar al estudiante la llave maestra por la que pueda abrir las
muchas puertas que conducen a las partes del templo del conocimiento que pueda desear explorar. Creemos que en
esta consideración de las enseñanzas de El Kybalion, uno puede encontrar una explicación que servirá para aclarar
muchas aperplejantes dificultades -una llave que abrirá muchas puertas-. ¿Qué utilidad tiene entrar en detalles
concernientes a todos los muchos rasgos de los fenómenos, psíquicos y la ciencia mental, supuesto que situamos
en las manos del estudiante los medios por los que puede familiarizarse él mismo plenamente con respecto a
cualquier fase del tema que pueda interesarle? Con la ayuda de El Kybalion uno puede ir a través de cualquier
biblioteca oculta de nuevo, iluminando la vieja luz de Egipto muchas páginas sombrías y asuntos oscuros. Ese es
el propósito de este libro. No venimos exponiendo una nueva filosofía, sino más bien proporcionando los
bosquejos de una antiquísima gran enseñanza que aclarará las enseñanzas de otros, que servirá como un gran
reconciliador de teorías diferentes y doctrinas opuestas.

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