capitulo 1SEGUNDA PARTE LOS BRUJOS HABLAN
(SEGUNDA PARTE)
JOHN BAINES
INSTRUCCIONES PRACTICAS PARA ALCANZAR
LA SUPERACIÓN MATERIAL Y ESPIRITUAL
EL DOMINIO DE SÍ MISMO O LA CONQUISTA DEL PROPIO UNIVERSO
La realización práctica de las enseñanzas ocultas comienza con la conquista de sí mismo, ya que todo aquél que aspira a conocer los secretos de la Naturaleza y a cambiar su destino, debe entablar una tenaz lucha consigo mismo hasta llegar a vencerse. Esto es el encontrarse a sí mismo puesto que el Yo permanece casi siempre desconocido y en las sombras. Surgen en el individuo innumerables tendencias, deseos y emociones que dividen su personalidad manifestándose como una entidad compleja y mudable que actúa y reacciona según las influencias que va recibiendo desde el exterior, o sea, lo que le va sucediendo en la vida. Por vivir en un cuerpo material, se origina un perpetuo conflicto entre lo que reclama el espíritu o Yo y lo que desea el cuerpo o masa, produciéndose en todo momento un dominio del cuerpo sobre el espíritu. Empeora esta situación la identificación que se produce entre el Yo y las sensaciones puramente orgánicas. “Yo tengo hambre” o “Yo tengo sueño” se refieren exclusivamente a estados corporales que se reflejan en el Yo y lo obligan a proceder de acuerdo con estas sensaciones.
El Yo es igual a una persona a la cual se pretendiera llevar en varias direcciones al mismo tiempo. No puede existir conciencia cuando el Yo sufre el dominio de fuerzas encontradas que lo empujan hacia donde él no quiere ir.
Si queremos ser conscientes debemos imponernos a los instintos, los sentimientos y las emociones, a fin de que el Yo sea en todo momento el amo y no el esclavo.
Es corriente encontrar individuos que ejecutan actos que van en contra de sus principios y deseos, y esto es porque el Yo en ese momento se vio dominado por una fuerza inferior. Desde el momento en que el cuerpo es nuestra manifestación concreta, visible y tangible debemos poner en orden esta compleja fábrica en que cada obrero manda sobre el dueño o patrón. Nuestro cuerpo es un verdadero universo en miniatura donde cada órgano representa a un cuerpo planetario y realiza funciones que van en beneficio de un Todo inteligente que debe ser el dueño y gobernador de ellos.
A fin de proceder a la unificación de las energías bajo el mando del Yo es indispensable tener un centro de gravedad permanente y estable, es decir un ideal por realizar aquí en la tierra que viene a ser similar a la raíz de un árbol.
El que no tiene un ideal juega con sus deseos, instintos y emociones, creando el caos completo en su pequeño Universo o Microcosmo.
Si nos examinamos y observamos atentamente, veremos la increíble influencia que tienen sobre nosotros los estados de ánimo por los cuales vamos atravesando, estados que condicionan nuestras acciones. Estos estados anímicos son producidos por todo aquello que va penetrando por nuestros sentidos tanto bueno como malo, o sea que somos una especie de esclavos de la causalidad.
La gran cantidad de sugestiones que recibimos va condicionando nuestro estado de ánimo, sea hacia lo positivo o hacia lo negativo. El subconsciente es igual a la tierra fértil que concibe toda clase de semillas, sean buenas o malas.
Paralelamente a las sugestiones que se reciben desde el exterior surgen los deseos nacidos de la masa o cuerpo físico, que tienden únicamente a su propia satisfacción y placer.
Las pasiones dominan al hombre en mayor o menor grado según su evolución espiritual e inevitablemente lo conducen a metas jamás deseadas por el verdadero y único Yo o espíritu del individuo. Un hombre dominado por una pasión deja de ser consciente e inteligente para descender al mismo nivel del animal que es movido sólo por sus instintos. Es difícil, sin embargo, distinguir entre la pasión y un deseo del Yo, lo cual puede lograrse únicamente a través de una cuidadosa auto-observación.
Pasión, como su nombre lo indica, es un estado pasivo, o sea, un estado en que el individuo actuó como hembra, es decir, concibió dentro de su alma un deseo que le llegó desde fuera en forma de una vibración, para manifestarse posteriormente como si hubiera sido un deseo propio, nacido de sí mismo.
Un altísimo porcentaje de lo que desea y realiza el individuo como si fuera propio, son campos de vibración que han penetrado desde fuera o bien han nacido de su parte fisiológica que desde luego no representa en modo alguno su Yo.
Debido a que el cuerpo físico es la morada del Yo, se produce una lucha constante entre la voluntad del cuerpo y la del espíritu. Lejos de ser el dueño del vehículo material que ha escogido, el Yo se convierte insensiblemente en su esclavo, ya que es incapaz de controlar a las cuatro inteligencias que actúan en el individuo dentro del campo fisiológico y que son la inteligencia del aparato procreador, la del aparato digestivo, la del aparato circulatorio y la del aparato respiratorio.
El procreador está relacionado con todo lo que es creación, el digestivo con la mantención del cuerpo físico, el circulatorio con las emociones, y el respiratorio con el intelecto. Todo lo que el hombre desea o ambiciona se manifiesta a través de uno de estos aparatos, ya sea porque se originó en él o porque penetró desde fuera. Estas cuatro inteligencias forman lo que podemos llamar el alma, o sea lo pasivo, manifestándose el espíritu como lo activo.
Es imposible llegar a conseguir lo que uno desea si el Yo no toma las riendas del poder y se impone sobre el cuerpo y sus diferentes manifestaciones.
Es muy común observar en la vida diaria a personas que anhelan conseguir algo y se someten a un plan de acción elaborado especialmente para la consecución de su fin, pero por más que se esfuerzan no son capaces de caminar en línea recta hacia la meta tal como se lo habían propuesto. ¿Por qué sucede esto? Porque el individuo cambia a cada instante. Cada cinco minutos se manifiesta en él una nueva personalidad que no opina lo mismo que la anterior y por lo tanto, lo va desviando insensiblemente del fin propuesto.
Podríamos comparar al hombre y sus fuerzas con un ejército sin General pero con muchos Oficiales, cada uno de ellos dando contradictorias órdenes. Los soldados desconcertados no saben a quién obedecer y terminan peleando entre ellos mismos. El Yo debe tomar el puesto de General sobre su ejército e imponerse a ellos en todo momento para obligarlos a una lucha fructífera y no estéril, como les sucede a muchos en la vida diaria que luchan fuerte y tenazmente pero por desgracia sin conseguir el resultado apetecido. Es imprescindible entonces establecer orden en nuestro cuerpo físico.
En primer lugar es necesario sintonizarse con la fuerza constructiva que opera en el cuerpo. Ya dijimos en páginas anteriores que existen dos fuerzas principales que operan en todo el Universo y por ende dentro del hombre y éstas son: la fuerza vital o constructiva y la muerte o fuerza destructiva.
En el cuerpo se libra constantemente una tenaz batalla entre estas dos fuerzas que tratan de aniquilarse una a otra. La muerte se manifiesta a través de todos aquellos estados depresivos y de angustia que aparecen comúnmente.
Sus diferentes nombres son: pesimismo-desilusión-tedio-tristeza-angustia-celos-odio, etcétera.
La fuerza constructiva o vital se manifiesta a través del optimismo, amor, alegría, fe y confianza en sí mismo.
Llamaremos a la fuerza destructiva negativa y a la vital, fuerza positiva.
El Negativo está siempre lleno de desconfianza hacia los demás; en todos ve los defectos y nunca las virtudes, vive en una atmósfera gris y oscura que es producto de sus propias emociones y pensamientos, cree que el mundo está lleno de maldad, que no tiene amigos y que la vida no vale la pena vivirse.
Este pobre ser vive su propio infierno creado por él mismo. El Optimista o positivo vive por el contrario, en una perpetua satisfacción de estar vivo, está lleno de buenos deseos hacia los demás, piensa siempre positivamente.
Existen cuatro palabras mágicas en las cuales está encerrado el poder de la vida y éstas son: Fe, esperanza, amor e ilusión.
El niño con su inocencia nos da una profunda lección.
Es necesario tener fe en sí mismo, en Dios y en la Humanidad.
Mantener siempre viva la Esperanza y la Ilusión de un mañana mejor.
Amar a todos los seres humanos por igual y a todo aquello que lleva la chispa del Gran Creador.
Aquél que es ateo y no cree en nada ni en nadie a no ser en los fenómenos materiales, está muerto por dentro, tiene el alma petrificada.
Una vez que se ha conseguido expulsar las energías destructivas es necesario empezar la creación de un hijo que será nuestro salvador.
Este hijo se llama el Yo volitivo inteligente.
Este Yo es el que se encargará de la dirección de todas las fuerzas que operan en el Ser.
A fin de tener éxito en la creación de este Yo es menester atenerse al siguiente orden:
1.- Educación y dominio del sexo.
2.- Educación y dominio del corazón.
3.- Educación y dominio de la mente.
4.- Educación y dominio del alma.
5.- Madurez del Yo volitivo inteligente.
Una vez que se ha logrado llegar a la plena formación del Yo volitivo inteligente no hay nada imposible para un hombre, ya que puede trazarse una meta y caminar en línea recta hacia ella venciendo todos los obstáculos que encuentre en el camino.
Antes de proceder a trabajar en cada centro se debe hacer un cuidadoso análisis de los propios defectos o vicios.
Para no perder de vista el ideal, o sea lo que uno anhela conseguir, se debe escribir esto en forma clara y concisa en un cuaderno o libreta y releerlo diariamente, es decir, fijarse una meta y no perderla de vista en ningún momento.
Lo más grande que puede existir es llegar a alcanzar un dominio total y completo sobre sí mismo. Este objetivo en apariencia tan sencillo es la llave maestra de toda realización material o espiritual, ya que significa el llegar a ser consciente que es la suprema meta del ser humano. Debido a la sencillez misma de lo anterior, temo que los lectores no lo comprendan debidamente y le resten importancia. A fin de aclarar más el concepto, y ya que estamos en la era de los robots y los proyectiles dirigidos haré la siguiente comparación: el hombre es un robot creado por alguien que desconocemos, robot en el cual se implantaron ciertos circuitos fundamentales como el instinto de conservación, reproducción, reacciones emocionales y capacidades cerebrales de lógica, deducción y análisis. De pronto surgió en este robot una pequeña chispa que podemos llamar conciencia, chispa que permanece inadvertida e inactiva en la mayoría de los humanos que se limitan a usar solamente los circuitos robóticos implantados. El que logra cuidar y alimentar la pequeña chispa de la conciencia y hacerla crecer hasta que derrote a los circuitos del robot y se apodere de la dirección del cuerpo, ha vencido todas las limitaciones humanas porque se ha hecho más que humano al superar algunos límites impuestos a la especie.
Se debe empezar entonces por educar el cuerpo material que se ha acostumbrado a seguir sus propios impulsos, y que reacciona ante los intentos de dominarlo igual que un caballo salvaje al que se ensillara por primera vez. Sabe instintivamente que si no lucha perderá su dominio sobre el Yo que llegará a convertirse en su dueño y señor.
El obstáculo más grande que encontramos en el camino del autodominio es la falta de conciencia. Falta de conciencia de los deseos que no nacen del Yo, falta de conciencia de sí mismo, falta de conciencia de ser. Es necesario darse cuenta cabal de qué cosa es la que hay que dominar. Se trata sencillamente de aprender a distinguir los deseos nacidos de la masa de los deseos nacidos del espíritu. Si es posible, confeccionar una lista de todo lo que pertenece a la masa y lo que pertenece al Yo.
Hay que comprender que el dominar algo no significa matar o sofocar. Dominar significa el realizar algo solamente cuando el Yo volitivo inteligente lo quiere. Dominarse a sí mismo significa poseerse, poseer plenamente el vehículo físico o cuerpo que es la morada del espíritu. Significa que el espíritu logró adaptar plenamente su vehículo a sus necesidades. Recién en ese momento cumple con el objetivo que lo trajo a la vida, es decir, puede actuar en la materia con tanta desenvoltura y conciencia como lo hacía antes en su plano original y recién puede comenzar a pensar seriamente en realizar alguna labor determinada.
El cuerpo físico es para el espíritu una pesada carga cuando no responde a los mensajes y a los actos que éste quiere ejecutar, es como un velo negro que limita y entorpece la visión. El autodominio consiste en aprender a manejar en forma perfecta la compleja y extraordinaria maquinaria que es el cuerpo físico.
La situación que en general se le produce al ser humano puede compararse con la de un individuo a quien introdujeran en un automóvil sumamente complejo e ignorara su conducción. El cuerpo físico del hombre que no ha cultivado ni desarrollado su conciencia es idéntico también a un automóvil que tuviera que hacer un largo viaje sin conductor.
A fin de poder visualizar claramente el problema espiritual del hombre recurriremos al siguiente símil: el espíritu es energía pura de alta vibración que penetra en un cuerpo material de baja vibración. Todo lo que el espíritu trata de exteriorizar se pierde, ya que es igual a un radiotransmisor que transmitiera en alta frecuencia y tuviera que ser captado para su retransmisión por un receptor de baja frecuencia (cuerpo). Como cualquiera se dará cuenta es imposible que este receptor (cuerpo) capte nada a no ser que eleve extraordinariamente su frecuencia hasta llegar al nivel del transmisor (espíritu).
Éste es en pocas palabras todo el camino del Ocultismo despojado de todas las mentiras, vaguedades y grandilocuencias.
¿Cuál es el medio ahora de elevar la vibración del cuerpo o masa? Esta masa es de una baja vibración porque es materia bruta sin conciencia propia. Se debe proceder entonces a despojar a esta materia de su automatismo animal dándole conciencia por medio de la mente. Darle conciencia a las manos, a los brazos, a las piernas, los pies, el cerebro, el corazón, el hígado, etcétera.
En páginas anteriores dejamos establecido que todo es mente. Por medio de la mente consciente es posible entonces modificar la vibración básica de un órgano o miembro, proyectando y situando la conciencia en él. ¿Acaso un pintor, por ejemplo, no debe llegar a darle una completa conciencia a sus manos para que estas obedezcan fielmente lo que su mente percibe y ordena?
El poder de la mente humana no tiene límites y llegará el día en que el hombre habiendo logrado el perfecto dominio de ella podrá materializar sus pensamientos llegando así a la integración de la materia.
Por medio de su mente podrá modificar su estructura celular venciendo a la vejez y a la muerte ya que el principio mente es inmortal.
Se debe meditar profundamente en lo que significa ser consciente y estar despierto.

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