capitulo 2 LOS BRUJOS HABLAN

EL HOMBRE

El Homo Sapiens, criatura versátil, contradictoria y pasional, aúna en sí mismo las más disímiles y variadas tendencias. Ora se eleva a las cumbres más excelsas de la bondad, el amor y el sacrificio, o se degrada en las cimas más profundas de la animalidad y el mal. El ser humano es hombre y animal al mismo tiempo y entre estas dos tendencias, la bestial y la divina, el yo se debate en una permanente y continua fluctuación.
Esta dualidad nos obliga a establecer una nueva escala de clasificación humana más allá de la inteligencia, títulos, poder político o riquezas. Esta clasificación se refiere al mayor o menor distanciamiento de la condición animal. La inteligencia no nos dice nada sobre la calidad humana de un individuo, como tampoco su nivel social, cultural o financiero. Un hombre de ciencia, un noble, un político brillante pueden estar más cerca del animal que un labriego ignorante. ¿Qué es aquello que marca esta diferencia de grado humano? Es la conciencia. Mientras más consciente sea un individuo más distanciado estará del animal y viceversa. Este nivel consciente está determinado por la capacidad de un hombre de existir y actuar libre de automatismos psíquicos. La mente sólo trabaja correctamente cuando funciona libre de perturbaciones emocionales, compulsiones instintivas y de todo aquello que distorsiona y empaña el pensamiento.
Podríamos decir que es consciente aquél cuyo yo es el rector de la mente. Es posible encontrar un hombre inteligente pero inconsciente, ya que inteligencia y conciencia son diferentes cosas.
Los fenómenos físicos pueden medirse, clasificarse y evaluarse y llegar por este medio a la enunciación de ciertas leyes. Con los fenómenos mentales no ha ocurrido lo mismo, ya que solamente conocemos una pequeña parte de la mente que es aquélla que cae bajo la denominación de “consciente". En cuanto al subconsciente estamos casi totalmente en las tinieblas. Es sabido que la mente subconsciente es crédula y maleable careciendo de la capacidad de juicio. ¿Y quién puede establecer cuándo un individuo está pensando subconscientemente o conscientemente? Es obvio suponer que si en un razonamiento ha intervenido fuertemente el estado onírico o subconsciente del individuo esta evaluación carecerá de solidez. La ignorancia de los exactos procesos mentales nos hace dudar de su eficiencia y reconocer que la percepción puede ser gravemente dañada a causa de factores desconocidos. Supongamos que alguien afirmara que todos los seres humanos somos y hemos sido siempre dementes: ¿Qué meDios concretos tendríamos para refutar esto? ¿Qué puntos de referencia? ¿Acaso no es posible que la condición mental humana sea imperfecta? ¿Que la mente haya perdido o carezca de ciertas cualidades esenciales para un completo y perfecto funcionamiento? Si así fuera salta a la vista la dificultad de estudiar y comprobar este fenómeno, ya que solamente ello podría hacerse adquiriendo primero aquellas cualidades que faltaren.
La filosofía rosacruz afirma que la mente humana tiene atrofiadas ciertas capacidades esenciales susceptibles de ser adquiridas a través de las prácticas rosacruces. Esto nos explicaría y justificaría ampliamente la inmensa gama de anomalías que exhibe la conducta humana.
Los genuinos rosacruces son herederos directos de visitantes extraterrestres extraordinariamente evolucionados que les enseñaron el desarrollo total de la mente. Los pseudo rosacruces son los que estudian y preconizan ciertas disciplinas para fortalecer la voluntad, educar el carácter y para realizar ciertos fenómenos de percepción extrasensorial. Sin embargo, después de todas aquellas prácticas siguen careciendo de las cualidades que considerábamos atrofiadas en la mente humana.
A pesar de todo, en el hombre se oculta el misterio de los misterios por ser el hijo de Dios y semejante a él en esencia.
Es un Dios encadenado que lleva dentro de sí el poder y la sabiduría divina, pero que no los puede ni sabe usar por vivir atado a la materia. Es esclavo de todas las sensaciones, ya sean placenteras o desagradables, que le llegan a través de sus sentidos.
El afán de comodidades, la avaricia, la gula, la soberbia, la codicia, la vanidad y mil diferentes estados pasionales son los que gobiernan, como dueño y señor, este microcosmo que llamamos hombre.
El yo, que debería ser el amo, se ve desplazado por diferentes deseos, estados anímicos e instintivos que se apoderan de la dirección de esta compleja maquinaria que es el cuerpo, vehículo del espíritu. El hombre no tiene un yo único, tiene miles de diferentes yoes que se van sucediendo dentro de él como en un caleidoscopio que cambia constantemente su diseño. Cada uno de estos yoes usurpa el trono o cetro que le corresponde al legítimo y verdadero yo. Este yo divino es cual rey constantemente destronado y prisionero de sus súbditos.
Quien haya sentido una especie de dolor interno de estar vivo, ha captado en ese momento el sufrimiento del yo al verse continuamente desplazado de su condición de rector de este microcosmo. Podemos comparar al hombre con una mansión llena de sirvientes que esperan infructuosamente a un amo que nunca llega. Cada uno de estos sirvientes pretende usurparlo hasta que a su vez es desplazado por otro más fuerte que él, que a su debido tiempo será también expulsado.
Éste es el terrible vacío o hastío de la vida que es tan común en nuestro tiempo. Es el yo que sufre intensamente y no desea continuar viviendo en tan adversas condiciones. Si esta situación se prolonga por demasiado tiempo el yo o espíritu puede llegar a abandonar el cuerpo transformándose este individuo en un muerto vivo, ya que solamente quedan los principios animales o instintivos manteniendo la vida en el cuerpo. El hombre, contrariamente a lo que se cree, no tiene ninguno de aquellos atributos que llamamos conciencia, personalidad, libertad, libre albedrío y voluntad, ya que todas sus decisiones son producto de automatismos o de influencias externas. La vida transcurre para él en un estado crepuscular de sopor causado por su continuo cambio de yoes. Conocemos ampliamente el hipnotismo, pero jamás hemos pensado que éste pudiera ser practicado en forma colectiva y simultánea sobre la humanidad por fuerzas planetarias que buscan su propio beneficio a expensas de la autodeterminación humana. Estas fuerzas planetarias tratan de mantener a la humanidad dormida para que no vea nunca la verdad y la realidad. Desde su nacimiento hasta su muerte el individuo vive en el más profundo de los sueños, y todo lo que le sucede “lo sueña”. Cree estar despierto; está solamente soñando. Cree ser libre; está soñando con su libertad. Cree tener voluntad propia y solamente sueña.
La conciencia no existe para el hombre vulgar, ya que es una máquina perfecta, total y completa. Solamente al darse cuenta de su estado maquinal se abre para él la posibilidad de llegar a obtener libertad, voluntad y conciencia. El hombre nada hace por propia iniciativa, todo “le sucede” simplemente, tal como llueve, sale el sol y sopla el viento o hay calma. Reacciona ante cualquier situación exactamente como una máquina que al recibir un estímulo inicial realiza un trabajo conocido y delineado de antemano.
Lo que dicta en todo momento las reacciones del sujeto es la grabación de impresiones, experiencias y conocimientos que lleva en sus células cerebrales, y que constituye una especie de cinta magnetofónica que gobernara su conducta. Esta grabación ha sido realizada por influencias externas al individuo, de manera que su personalidad que es el conjunto de grabaciones celulares viene a constituir algo así como una proyección de los valores de la sociedad.
Cada individuo es un verdadero androide construido por sus padres, las circunstancias, el medio ambiente, la educación y la influencia de otras mentes. Este androide, como buen robot, sólo podrá actuar combinando aquellos datos o circuitos que le han sido implantados por estas influencias externas. Su yo queda totalmente obliterado e impedido de actuar en medio de esta maraña de circuitos. Sus reacciones serán por lo tanto dictadas por otras mentes y por fuerzas extrañas a él mismo. ¿Puede entonces considerarse libre y con voluntad propia? Podríamos decir que el niño es como un disco o cinta magnética en blanco que va grabando o recogiendo todas las impresiones, conocimientos, emociones y deseos que experimenta. La calidad de esta grabación marca su futuro destino, ya que podrá utilizar solamente aquello que lleva grabado en su mente. Todo lo analizará de acuerdo con esta escala de valores y por ello estará imposibilitado de conocer la verdad. Todas las desgracias y problemas humanos provienen de una desafortunada grabación mental. El ocultismo enseña a cambiar esto, comenzando por borrar gradualmente todo lo negativo de esta cinta para reemplazarlo después por una grabación positiva. El psiquiatra no logra penetrar a suficiente profundidad en la psiquis del individuo, porque desconoce los arcanos de la mente. Solamente operando en los estratos más profundos del subconsciente se logra sacar a luz con toda claridad experiencias de la primera infancia y aun impresiones recibidas en el vientre materno. El ocultismo conoce los meDios para lograr una completa penetración psíquica y cambiar totalmente el destino y la vida de un individuo produciendo una verdadera “mutación”. Desde luego que en un libro de pública difusión no puede revelarse este método, ya que en malas manos sería un arma temible. Solamente puede decirse que mediante el adecuado manejo de ciertas fuerzas es posible provocar una completa apertura del subconsciente, tal como si alguien abriera una naranja para observar lo que hay en su interior.
EL ESPÍRITU Y EL ALMA

Existe una gran confusión con respecto a lo que es alma y espíritu. Generalmente se les identifica. Veamos lo que dice la filosofía rosacruz al respecto.
El hombre es un espíritu que habita en un cuerpo y que tiene un alma. Espíritu se es, alma se tiene. El espíritu es la parte divina, inmortal y eterna, la chispa divina o emanación de Dios que portamos en lo más profundo de nuestro ser. Ésta es la fuerza de Dios, la luz eterna e inextinguible que nos ilumina en los momentos cruciales de nuestra vida. Podríamos comparar a Dios con una gran masa de agua, que al girar vertiginosamente hubiera desprendido millones de chispas o gotas de agua. Cada una de estas gotas equivale al espíritu de un hombre. Por lo tanto el hombre es un espíritu encarnado en un cuerpo.
El alma es la parte animal inteligente, o sea, lo que llamamos personalidad, que se forma gradualmente como producto de la unión espíritu-cuerpo. Cuando un sujeto tiene pena o sufre un estado de profunda tristeza, generalmente es el alma la que está sintiendo esto. En cambio, cuando alguien dice: “yo soy el que soy” es el espíritu el que se está manifestando.
La meta máxima consiste en realizar el maridaje entre alma y espíritu, para lo cual es necesario cultivar el alma dándole conciencia e inteligencia. Es como un animalito o niño pequeño al cual debemos imponer nuestra voluntad para enseñarle a obedecernos en todo momento, y no ser nosotros los que obedezcamos a la parte animal.
Cuando el alma adquiere conciencia e inteligencia podemos actuar a voluntad con las fuerzas de la naturaleza.
La ley de correspondencia dice: “como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. Aplicándola a este caso particular, podemos afirmar que todo lo que está dentro de nosotros está también fuera y, por lo tanto, aquél que conquiste su naturaleza interna alcanzará también el dominio de la externa.
La alquimia, arte tradicional del ocultismo, enseña a transmutar los metales viles en oro. En el aspecto espiritual esto simboliza la transmutación de las bajas pasiones en virtudes. El alma que se desprende de la escoria de los sentimientos y pasiones desenfrenadas es cual refulgente escudo de oro que acoraza al individuo en contra del mal y la miseria humana.
Como una manifestación del alma podemos apreciar el sello característico que el alma colectiva familiar imprime en todos sus integrantes. Sus facciones no solamente llevan un parecido físico, sino que también algo que llamamos “aire de familia”, algo que se siente en el ambiente al tratar a alguno de ellos. Esta alma colectiva puede convertirse en algunos casos en un verdadero tirano egoísta y pasional que trae desgracia y miseria a los integrantes de este núcleo. Si existe armonía y perfecta unión puede brindarles prosperidad, protección, riqueza y felicidad.
En el aspecto colectivo es interesante observar el alma de un país. Todos sus habitantes tienen una iDiosincrasia similar, una manera de ser especial que no nace de la vida conjunta. Todos los extranjeros que llega son rápidamente tomados por esta fuerza colectiva y adoptan con presteza el aire regional hasta llegar a simular nativos. En esta alma colectiva gravitan todas las emociones, instintos, pensamientos y pasiones del pueblo, y es a causa de esto que para poder triunfar en cualquier sentido, para superar la mediocridad, es necesario elevarse por sobre la vibración de esta alma colectiva, sometiéndose a una férrea disciplina personal.
Así como el ser humano tiene alma, también la tienen los animales, las plantas y aun los minerales, ya que la vida está en todo. Tal como afirma el principio hermético de vibración “nada está inmóvil, todo vibra”.
Al hablar del alma debemos considerar el corazón, centro de la vida anímica y emocional. Grandes loas se han elevado en su homenaje y se considera algo muy acertado actuar según sus dictados. La verdad es que el corazón, mientras no ha sido educado debidamente, es el gran enemigo del ser humano ya que lo empuja constantemente a cometer errores. El corazón es como el alma de un niño, capta inmediatamente cualquier vibración o fuerza que tenga la virtud de impresionarlo e impulsa al individuo a cometer actos de los cuales tendrá que arrepentirse posteriormente. El mundo invisible que nos rodea es un receptáculo donde vibran buenos y malos sentimientos que son captados y tomados como propios por el corazón en momentos de expansión. Posteriormente la mente sufre grave perturbación a causa de estos estados emocionales. Podemos así observar que tanto el amor como el odio son ciegos. Un hombre enamorado lo perderá y sacrificará todo por la mujer a quien ama. El que odia lleva en sí el germen de su propia destrucción.
El amor debe ser guiado en todo momento por la razón, a fin de que sea una fuerza positiva para el individuo. De lo contrario es una fuerza tan ciega como el odio. Desde luego, es infinitamente mejor un hombre que ame a otro, que odie, pero es necesario saber amar. Amar impersonalmente sin egoísmo. ¡Qué pocos conocen el verdadero amor! Una mujer se enamora y cree con esto que ella ama. Generalmente el supuesto amor es un engaño del corazón. Es una embriaguez de magnetismo psíquico que produce una especial euforia a la cual han llamado amor. Cuando se satisface el deseo de posesión y pasa la embriaguez se termina este falso amor. Ésta es la causa común de los fracasos matrimoniales. Una pareja se casa muy enamorada y descubre después de un tiempo que sólo los une el hábito y un contrato civil. Esto es muy natural ya que las pasiones humanas son como el viento que primero sopla y después se calma. Solamente al amor que nace de una perfecta unión entre corazón y cerebro lo podemos llamar verdadero. Este amor es inmortal y eterno porque está dentro del campo vibratorio del espíritu, y todo lo espiritual es sagrado, divino, eterno e inmortal.
La clave de muchos secretos se encuentra oculta entre líneas en lo que hasta aquí se ha expuesto. El que sepa leer y comprender podrá utilizarlas. La sabiduría es incomunicable, solamente se pueden dar las bases para estudiar y realizar.

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