HOMBRE ESTELAR III
EL ALMA COLECTIVA DE LA ESPECIE
Aristóteles definió un esclavo como un “instrumento animado manuable”. Esta pavorosa descripción no ha sido jamás tan acertada como hoy día si la aplicamos al ser humano en general, ya que el individuo es un mero apéndice y caja de resonancia de la especie. El “homo sapiens” al igual que las otras especies animales, posee un alma colectiva que regula y dirige la evolución de la raza.
Esta alma colectiva produce las migraciones de las aves, regula la reproducción, dirige los diferentes cambios y adaptaciones, provoca los períodos de celo, y en general, dirige el comportamiento instintivo de las bestias. El sapiens por el hecho de pertenecer al reino animal no puede estar libre de esta fuerza directora, la cual, en efecto, lo controla, dirige, supervigila, y regula, actuando como una mente común que sofoca el pensamiento propio.
Esta alma común ha sido llamada por Jung, “el inconsciente colectivo”, sin llegar a hablar de un “alma animal”, no obstante haber poseído, con seguridad, este conocimiento. Este inconsciente colectivo es en realidad el alma animal del sapiens. El sólo hecho de comprender, aceptar, y “tomar el peso” a este asunto, significa visualizar el fundamento más importante de la vida del sapiens, ya que el impulso bestial actúa como el motivo básico de todas sus acciones.
La personalidad es sólo un reflejo del alma común, la cual moldea con un poder insospechado la psiquis del sujeto. Es nada más que una emanación del depósito común, la cual se incorpora y personaliza en un individuo, quien llega así a tener, si es que se puede usar esta expresión, “un alma animal de su propio peculio”, miniaturización y singularización de la gran alma colectiva.
De este modo, el sujeto recibe de sus padres una herencia corporal y genética, y de la humanidad, el legado del poder y de la inteligencia animal. En estas condiciones, ya es muy difícil que el sujeto llegue a sobreponerse a esta compulsión arrolladora y pueda llegar a formar su propia personalidad individual. Debe conformarse con compartir el destino común de sus congéneres, a no ser que tenga la “suerte” de llegar a una escuela hermética.
Sostenemos que no puede haber un verdadero progreso espiritual y moral si el hombre no corta el cordón umbilical que lo une al computador central de la especie, el cual sustenta las características “bestiales”.
Este acontecimiento memorable, único, trascendental e irreversible, es el que se lleva a cabo en el seno de las verdaderas escuelas herméticas. Las otras, en cambio, no tocan para nada el alma animal del estudiante, limitándose a impartirle determinada enseñanza, la cual, con seguridad, será utilizada para bestializar aún más la inteligencia.
He aquí un fenómeno común de nuestro tiempo: la bestialización de la inteligencia. Mientras más inteligente se vuelve un individuo, más grande será el poder de su bestia, quien utilizará ese intelecto para satisfacer sus propios instintos, sin preocuparle nada más.
El programa colectivo (del alma colectiva) basado en una feroz e inhumana competencia, obliga al individuo a matar para comer. La muerte tiene muchos grados, y la destrucción física es el último. Antes viene el lento declinar proveniente de la destrucción de los anhelos interiores. Podemos matar anulando las voluntades ajenas o explotando sin misericordia a otros; devolviendo mal por mal, destruyendo el amor, la cordura, la felicidad, y la paz de las personas; calumniando, injuriando, o manifestando una fría insensibilidad ante los problemas ajenos.
El futuro de la raza humana no parece muy promisorio: el acelerado desarrollo de una inteligencia fría y deshumanizada, sin amor ni contenido espiritual.
El “progreso” está concibiendo titanes de la inteligencia, pero pigmeos del espíritu, con la conciencia y la sensibilidad humana atrofiadas por un vasto programa cerebral y cultural al servicio ulterior del computador central de la especie.
La única posibilidad de salvación la tiene el individuo aislado, es decir, aquél que por medio de la cultura hermética logra su autonomía vital, desligándose del cerebro central.
Por desgracia no pueden salvarse todos, ya que junto con la extinción de la especie sapiens se producirían graves desequilibrios cósmicos al dejar de operar el computador central, el cual cumple funciones necesarias para la armonía planetaria de nuestro sistema.
¿Qué porvenir espera a quienes no pueden salvarse?
Nada dramático ni espectacular, unos podrán reencarnar y seguir una lentísima evolución a través de muchas vidas, y otros se desintegrarán, es decir, tendrán el tipo de muerte que espera la mayor parte de la gente materialista, que cree que todo se acaba en la tumba.
La telaraña onírica que apresa al hombre es tremendamente sutil y compleja, pero al mismo tiempo brutalmente evidente cuando se aprende a observar determinados fenómenos de la psicología social. Las personas, aún cuando busquen algo superior, se dan vuelta en el círculo vicioso de los modelos de comportamiento dictados por la cultura. Mientras más estudian menos saben, y menos comprenden. Todos sus esfuerzos son capitalizados por el computador central, quien los capitaliza para el acervo cultural comunitario.
¿Cómo tuvo su origen este computador central?
Se formó gradualmente desde que el hombre existe sobre la tierra por la acción del medio ambiente sobre su psiquis. Es hijo de las emanaciones de Dios y de las emanaciones del hombre. Seguirá creciendo y perfeccionándose en virtud de la vida misma del ser humano, pero lo sobrevivirá a éste, ya que esta fuerza, llamémosla “inconsciente colectivo”, o “computador central”, no necesita, una vez creada, de un soporte material o biológico para seguir existiendo.
El individuo no existe mental o ideológicamente hablando, ya que es inseparable de la cultura. Ésta se rige por los modelos de comportamiento aceptados por la sociedad, la cual en última instancia es gobernada por el computador central. De este modo, la cultura que tanto bien hace al hombre en algunos aspectos, en otros, podemos considerarla la verdadera homicida de la chispa divina, de la libertad y de la conciencia, ya que encasilla, limita, obliga, presiona, hipnotiza y posee al individuo con una potencia irresistible, modelándolo de acuerdo a una plantilla única que se establece como prototipo de producción de hombres-robot, esclavos que el computador central necesita para mantener en movimiento el espectáculo de la vida.
En una sociedad enferma, como la nuestra, tendremos indefectiblemente una cultura enferma y alienada por los estereotipos colectivos. Nuestra sociedad está realmente enferma, y vivimos en ella verdaderos sueños infernales, dignos de la “Divina Comedia”. Cada ser encierra un mundo de problemas y conflictos de toda índole. Por suerte, o por desgracia, el hombre embota sus facultades superiores y no advierte todo el horror de su existencia en un mundo trastornado.
Un aforismo popular dice que “en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey”. Algo así ocurre en nuestra civilización, en la cual, las formas superiores de gobierno y dirección comunitaria no están sometidas a ningún tipo de control de sanidad mental. Somos dirigidos en mayor o menor medida por individuos de los cuales ignoramos total y absolutamente su grado de trastorno o enfermedad mental. Basta que alguien aparente ser normal para que sea aceptado como tal.
Sabemos que la perturbación mental es uno de los fenómenos más difíciles de advertir y evaluar, aún por los profesionales especializados. El sujeto común está imposibilitado de percibir este trastorno.
Parece increíble que en una civilización que se dice avanzada, se haya descuidado tan importante tema, ya que sabemos que es un pequeño grupo de hombres el que dirige a la gran masa.
¿Cuántos de los que forman parte de ese grupo de dirigentes son perturbados con problemas graves?
¿Un 30%, o acaso no 50%, o tal vez su gran mayoría?
¿Ha evaluado alguien el daño que esto significaría para la humanidad?
No importaría gran cosa que sufrieran perturbaciones mentales aquellos sujetos que no ocupan cargos públicos o directivos de importancia, pero tratándose en cambio de personas cuyo radio de acción social es muy amplio, resulta absurdo, inconveniente e irracional que no sean sometidas obligatoriamente a controles periódicos, destinados a evaluar su salud mental y psicológica.
En este momento, es perfectamente posible que el magistrado que administra justicia en el sector donde usted vive, sea un perturbado mental. Esta contingencia no puede ser refutada por ningún psiquiatra, ya que la enfermedad mental jamás ha sido espectacular y aparente, sino más bien, solapada, oculta e insidiosa. De hecho, se sabe que no existe la persona que no presente elementos patológicos en su función mental. La gravedad de estos factores es la ignorada.
En el caso del magistrado a que hacíamos referencia, si efectivamente éste tuviera una mentalidad patológica de cierta gravedad, se daría el horrible caso de un perturbado mental autorizado por la sociedad para manipular a las personas, administrando la justicia de acuerdo a sus complejos, frustraciones, manías y traumas. A esto puede objetarse que un juez no hace sino atenerse al texto de la ley, pero si analizamos en conciencia, comprenderemos que el código es sensible a muchas interpretaciones personales.
Cabe preguntarse cuántos jueces paranoicos existirán en el mundo, desvirtuando totalmente la sagrada imparcialidad de la ley; cuántos personajes públicos importantes que son víctimas de la histeria, la megalomanía, el egocentrismo, el ansia desenfrenada de poder, el sadismo, o la pérdida absoluta del sentido de la autocrítica.
No existe ningún tipo de control de salud mental sobre aquellas personas que en virtud de su cargo están afectas al fenómeno de la “inflación” psicológica por el prestigio que su cargo les confiere. Esta palabra, acuñada por Jung, designa la desorientación que experimenta una persona al identificarse con el cargo que desempeña y extraviarse en su autoevaluación.
De este modo, un médico, por ejemplo, podría “inflar” o elevar su propia persona a la altura de la importancia y dignidad que la sociedad ha conferido al médico por medio de un título profesional. Pero el sujeto no es lo que su cargo o puesto representa, sino meramente una persona, por lo cual no puede él mismo ostentar toda la importancia y grandeza otorgada a la profesión médica en general, colegio al cual pertenecen miles de personas. Sin darse cuenta, el sujeto sometido a la “inflación”, pretende usurpar o atribuirse él solo, la fuerza, el poder y la importancia que no pertenece a él mismo, sino que es otorgado por la sociedad.
Sabemos que no hay control psicológico, que fatalmente, miles de víctimas inocentes pagan de diversos modos la insania de quienes están encargados de administrar nuestra civilización. Errores judiciales, abusos de poder, equivocaciones políticas fatales que degeneran en conflictos armados, usurpación del poder por mafias financieras, sistemas educacionales obsoletos o erróneos; todo esto provocado de alguna manera por perturbados mentales. Incluyo entre estos enfermos a quienes venden su honor, su dignidad, su decencia, y su persona, por una recompensa económica.
También es cierto que hay grandes éxitos, descubrimientos muy beneficiosos y obras muy positivas, pero desgraciadamente, por un motivo u otro, rara vez producen una acción mundial decisivamente positiva. Es como curar las ramas de un árbol mientras se pudre su tronco o sus raíces. En efecto, ningún acontecimiento o descubrimiento científico será trascendentalmente importante mientras no pueda cambiar la naturaleza humana, elevándola a un nivel superior.
De otro modo, serán sólo piedrecitas que llegarán a formar un monte, sólo en eternidades de tiempo. Sin embargo, para comprender esto, hay que darse cuenta que no existe real progreso y evolución si no cambia la naturaleza humana.
Es precisamente en esa magna obra que los Grandes Iniciados herméticos están empeñados, y es por eso, como ya lo hemos dicho, que existen algunas verdaderas escuelas herméticas donde se concede una oportunidad a la gente.
A fin de llegar a una comprensión más amplia de la mecánica de actuación del alma colectiva o computador central, es preciso analizar la actuación psicológica de las multitudes, lo que permite comprobar la acción encubierta de cierto tipo de fuerzas que se posesionan de las personas bajo determinadas circunstancias.
Transcribimos algunos párrafos de la obra de Gustavo Le Bon, “Psicología de las Multitudes”.
Dice Le Bon,
“En el sentido ordinario, la palabra muchedumbre representa una reunión de individuos, cualesquiera que sean los accidentes que los reúnan.
“Desde el punto de vista psicológico, la expresión “muchedumbre” toma otra significación muy distinta. En ciertas circunstancias dadas, y solamente en estas circunstancias, una aglomeración de hombres posee caracteres nuevos muy diferentes de los individuos que componen esta aglomeración.
La personalidad consciente se desvanece, los sentimientos y las ideas de todas las unidades, son orientados en una misma dirección. Se forma un alma colectiva transitoria, sin duda, pero que presenta caracteres muy puros. La colectividad entonces se convierte en lo que a falta de una expresión mejor, pudiéramos llamar una muchedumbre organizada, o, si se prefiere así, una muchedumbre psicológica. Entonces forma un solo ser y se encuentra sometida a la ley de unidad mental de las muchedumbres.”
En esta descripción de Le Bon podemos ver como el computador central actúa con fuerza al agruparse las personas en muchedumbres psicológicas. No obstante, muchedumbre pueden ser 2, 3, 5 ó 40 personas, ya que su significado psicológico (“muchedumbre”) es diferente del común. Cuando un sujeto ha desarrollado una fuerte individualidad es menos sensible en el momento a la coerción de la masa.
Continúa Le Bon,
“En todo lo que es materia de sentimiento, religión, política, moral, afectos, antipatías, etc., los hombres más eminentes no pasan sino muy raramente el nivel de los individuos más comunes. Entre, un gran matemático y su zapatero puede existir un abismo desde el punto de vista intelectual; pero, desde el punto de vista del carácter, la diferencia es muy frecuentemente nula o muy débil”...
“Las aptitudes intelectuales de los individuos... y, por consecuencia su individualidad, se borran en el alma colectiva. Lo heterogéneo se anega en lo homogéneo y dominan las cualidades inconscientes. Precisamente esta comunidad de cualidades ordinarias es la que nos explica por qué las multitudes no sabrán nunca realizar actos que exigen una inteligencia elevada. Las decisiones de interés general tomadas por una asamblea de hombres distinguidos, pero dedicados a especialidades diferentes, no son sensiblemente distintas de las decisiones que tomaría una reunión de imbéciles. En las muchedumbres lo que se acumula no es el talento sino la estupidez”
“Desvanecimiento de la personalidad consciente, predominio de la personalidad inconsciente, orientación por vía de sugestión y contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas; tales son, pues, los principales caracteres del individuo en la muchedumbre. No es el individuo mismo, es un autómata, en quien no rige la voluntad. Así, por el sólo hecho de formar parte de una muchedumbre, el hombre desciende muchos grados en la escala de la civilización.”
Más adelante expresa:
“Las muchedumbres respetan dócilmente la fuerza y son mediocremente impresionadas por la bondad, que para ellas, es una forma de debilidad”.
“Sus simpatías no han sido concedidas nunca a los dueños benignos, sino a los tiranos que los han aplastado vigorosamente. Siempre elevan estatuas para estos últimos. Si alguna vez pisotean con gran satisfacción al déspota caído, es porque habiendo perdido su fuerza, entra en la categoría de los débiles, a quienes se desprecia porque no se les teme”...
“Siempre prontas a sublevarse contra una autoridad débil, la muchedumbre se inclina servilmente ante la fuerte. Sí la fuerza de la autoridad es intermitente, esa misma muchedumbre, obedeciendo siempre a sentimientos extremados, pasa alternativamente de la anarquía a la servidumbre y de la servidumbre a la anarquía. Por otra parte, creer en el predominio de sus instintos revolucionarios sería desconocer bastante la psicología de las muchedumbres.
En este punto, nos ilusionan solamente sus violencias. Sus explosiones de rebeldía y de destrucción son siempre muy efímeras. Las muchedumbres están demasiado regidas por lo inconsciente y bastante sometidas, por consecuencia, a la influencia de herencias seculares para no ser extremadamente conservadoras; abandonadas a sí mismas, abandonan bien pronto sus desórdenes y se dirigen, por instinto, hacia la servidumbre.”
Podemos ver a través de esta acertadísima descripción, de Gustavo Le Bon, como el computador central manipula a las personas convirtiéndolas en marionetas al servicio de un plan establecido.
¿Qué plan?
El plan evolutivo del sapiens, el cual debe ajustarse a ciertas reglas del juego, las cuales, a grosso modo, son las siguientes:
El sapiens no es ni puede ser libre, considerándolo colectivamente, como especie.
El sapiens debe nacer, sufrir, amar, gozar, reproducirse, construir civilizaciones, destruirlas, enfermar, y morir, sólo para beneficio de potencias superiores invisibles, quienes capitalizan el “producto vital”. (¿Acaso, a su vez, el sapiens no profita de otras especies animales?) (¿Acaso no hay algunos animales que sólo existen para alimentar al sapiens?) (El mineral se alimenta de rayos cósmicos; la planta del mineral; el animal de la planta; el hombre, de todos ellos; y los Dioses, se alimentan del hombre.)
El sapiens es, por lo tanto, un esclavo a perpetuidad. No obstante, ejemplares individuales o aislados (separados del grupo), pueden llegar a ser libres.
La única libertad posible es la liberación del computador central, y el único modo de lograrlo consiste en vencerse y trascenderse a sí mismo.
El sapiens está obligado a cumplir con las reglas del juego del plan que se le ha asignado.
La evolución del sapiens se realizará inevitablemente con el tiempo, pero con la medida del tiempo cósmico y no terrestre. Tal vez sean millones de años terrestres los que tenga que aguardar para llegar a la perfección.
No existe la evolución del individuo sapiens; sólo la de la especie, a la que se refiere el punto anterior. Si un individuo sapiens quiere evolucionar, debe transformarse en mutante humano, para el cual sí existe la evolución.
Existen otras reglas de juego, pero solamente pueden ser reveladas las que ya hemos señalado. A fin de explicar el modo de operar de este plan sapiens, estableceremos la jerarquización de las fuerzas operantes.
Este diagrama pretende describir someramente las fuerzas básicas que actúan en el Universo: Dios, el creador, en su doble manifestación de vida y muerte, luz y sombra, sueño y vigilia, degrada su poder hasta llegar a actuar en lo concreto por medio de ciertos “ángeles”, a los cuales la tradición hermética denomina Arcontes o señores del destino, quienes dirigen el plan evolutivo.
Este plan, en lo que al sapiens se refiere, se mantiene en virtud de la energía sueño, tal corno puede apreciarse en el grabado. Sin embargo, puede verse allí que la irradiación divina de la energía luminosa, que llamamos vigilia, llega hasta el planeta tierra, pero no se manifiesta en el sapiens. La energía sueño, dirigida o manipulada por los Arcontes, mantiene la programación del sistema hasta en la unidad más pequeña de grupo: la familia.
Quien tenga “ojos para ver y oídos para escuchar”, sacará incalculable provecho de la comprensión de este sistema.
Solamente con el fin de señalar un ejemplo práctico, aplicaremos esta clave maestra para explicar extraños hechos en la vida de Jesús, pero que a la luz de esta llave se aparecen de una racionalidad y claridad meridiana.
¿Por qué Jesús aparece tan tremendamente antagónico a la familia?
Recordemos sus palabras:
“Pues he venido a poner a un hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre deben ser sus propios familiares. Aquél que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y aquél que ama a su hijo o a su hija mas que a mí, no es digno de mí”.
Cuando se le dijo a Jesús que su madre, y sus hermanos estaban fuera y deseaban hablarle, dijo: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Y alargó su mano hacia sus discípulos diciendo:
“He aquí a mi madre y a mis hermanos”. Cuando uno de los discípulos le pidió que le dejara ir a enterrar a su padre, Jesús le dijo: “Sígueme; y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
¡Curiosas palabras para quien predicaba el amor!
Se comprende que este ejemplo puede aplicarse solamente a quienes desean abrazar para siempre un camino de superación espiritual apartado del mundo y de los humanos afectos, como debe haber sido el caso de los doce apóstoles. También es preciso comprender que pueden existir dos familias: la familia animal (del sapiens) y la familia divina (humana). Huelga decir que toda familia que en virtud de la superación espiritual de sus componentes se libera de la acción del sueño, se convierte, en verdad, en “la divina familia”. Se trata de que el núcleo familiar se mantenga sólidamente unido, pero no por la fuerza onírica o los simples lazos de sangre, sino por una auténtica “comunión” espiritual.
En lo que se refiere a su libertad material, el sapiens tendrá un gran progreso y seguramente se liberará algún día del dicho bíblico “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El avance de la ciencia y de la técnica permite suponer o prever que la jornada de trabajo se irá acortando en la misma proporción en que la automatización de máquinas especializadas (robots) se encargue del trabajo pesado, que el hombre debe realizar.
Son previsibles también extraordinarios avances médicos y la aparición de nuevas invenciones que hagan la vida terrestre cada vez más placentera y agradable, todo lo cual, al no ir aparejado a un aumento en el nivel de conciencia de la gente, conducirá a un estado de “barbarie civilizada”. Nuestros descendientes serán bárbaros extraordinariamente inteligentes, poseedores de una avanzadísima técnica, pero con atrofia progresiva de sus músculos y de su conciencia espiritual.
El fenómeno de la “inflación psicológica”, divulgado por Jung, al cual nos hemos ya referido, afecta fuertemente al hombre común, el cual, al identificarse con la ciencia, las artes, la cultura, el progreso tecnológico, y la civilización, los absorbe en su propio ser, confundiéndolos consigo mismo. De esta manera pierde de vista a su propia persona, y vive en un nivel de importancia y calificación que le es absolutamente ajeno, y que corresponde en realidad a la suma total de los esfuerzos del hombre desde que éste existe sobre la tierra. Mediante un truco psicológico multiplica su propio valor por millones, y el resultado es una profunda satisfacción de la autoestima.
Siempre, para analizar a una persona y juzgar su valía individual, debemos despojarla de todos los honores, dignidades herencias, autoridad, y privilegios que la sociedad le confiere. Por desgracia, nuestro análisis será muy desalentador, ya que en la mayoría de los casos no encontraremos, en el interior de este ente “inflado” al ser humano que bajo esta cobertura pretendemos hallar; ha fallecido devorado por la vida misma, o tal vez nunca ha existido.
Es por eso que el sujeto siempre se esconde bajo numerosas máscaras y disfraces, ya que así pasa desapercibida su absoluta insignificancia. “Mientras más pequeño es un individuo, más trata de “inflarse” a si mismo para darse importancia ante los demás y elevar así su autoestima.
La psicología afirma que el más profundo principio de la naturaleza humana es el deseo de ser apreciado, y que existe por lo tanto, una exigencia de autoexaltación. Se dice que la experiencia más ambicionada por el hombre es el aumento de su autoestima, y que el rasgo más imposible de desarraigar es la vanidad.
El doctor Gordon Allport expresa lo siguiente:
“Cualquiera que sea el carácter de la autoestima, sus formas más puras de expresión traen consigo extraordinarias estrategias de la conducta, tendientes a mantener el prestigio personal, a no perder la estimación en sí mismo. El individuo puede ocultar sus verdaderas emociones y adoptar un aspecto falso, recubrirse con una máscara. La persona que resulta de esta actitud protege al sujeto de heridas narcisistas” ...
“Lo más espectacular es la capacidad que tienen los hombres de engañarse a sí mismos en interés de la autoestima” ...
“Las técnicas de autoengaño son muchas y se agrupan bajo la denominación general de “racionalizaciones” ...
“El razonamiento descubre las causas reales de nuestros actos, la racionalización, encuentra buenas razones para justificarlos.”
Podemos advertir como el individuo mismo, en lo que a su propio Yo se refiere, trata por todos los meDios posibles de poner la mayor distancia posible entre ese Yo y la realidad qué lo circunda. Mientras más “amortiguadores” existan entre el sujeto y el mundo, más apaciblemente dormirá éste, ya que se alejará substancialmente de la realidad, percibiéndola a lo lejos, como una vaga sospecha a través del tejido de sus mecanismos protectores, como es la personalidad y su función.
La personalidad está al servicio del programa del sujeto, aún más, forma parte de este programa, y es el artilugio psicológico destinado a mantenerlo y reforzarlo. El estudio de los mecanismos de la personalidad resulta de una utilidad invaluable para comprender el sistema operativo del computador central.
Alma colectiva o computador central, personalidad, cultura, sociedad, movimientos de masas, educación, publicidad, televisión y prensa, son poderosas herramientas al servicio de Hipnos.
Existen minorías selectas de sujetos que por su esfuerzo personal llegan a destacarse de la masa y a sobresalir por diversos motivos. Pueden pertenecer a una aristocracia intelectual, de sangre, o financiera, pero en lo profundo, sirven al computador central con la misma docilidad de la masa, con la única diferencia que éste los recompensa mejor.
Las grandes diferencias humanas son bastante superficiales, ya que interiormente las personas reaccionan en forma más o menos parecida.
Por supuesto que existen algunos “elegidos”, hombres privilegiados cuya penetración intelectual logra, en cierta medida, atravesar las barreras de lo superficial y aparente, individuos que por algún motivo resisten mejor la influencia hipnótica de la energía sueño. Sin embargo, sus escritos, sus palabras, o su prédica, se pierden en el vacío de la multitud alucinada.
La dificultad para profundizar y comprender conceptos que no son de uso habitual hará casi imposible que una persona evalúe la tremenda importancia que reviste el alma colectiva en la vida del ser humano. Basta pensar, para aquilatar esta valía, que solamente somos una “emanación vital” del alma colectiva, una estructura sin autonomía ni vida propia. A la luz de esta verdad podemos comprender muchos fenómenos psicológicos poco claros, pero que tienen una importancia decisiva en la vida humana.
Hablemos por ejemplo de la angustia, motivo oculto de muchas acciones del hombre. Erich Fromm sostiene que:
“la vivencia de la separatividad provoca angustia: es por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna de utilizar mis poderes humanos”
“la conciencia de la separación humana sin la reunión por el amor, es la fuente de vergüenza. Es al mismo tiempo, la fuente de la culpa y de la angustia. La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatividad , de abandonar la prisión de su soledad”.
Debemos preguntarnos ¿por qué tanto miedo de separarse? ¿Y separarse de qué? Obviamente, esa necesidad de unión corresponde a la ligazón con el alma colectiva o computador central. Todo intento o posibilidad de separación, en virtud de una influencia externa o interna, produce pánico, y este pánico lo experimenta “el animal humano” ante la amenaza de separarlo del rebaño.
Reflexionando en esto podemos comprender la magnitud del mal que aqueja al sapiens: no solamente no quiere ser humano, sino que siente una profunda angustia ante la sola posibilidad de abandonar su condición animal. Es por eso que el angustiado Sapiens ha inventado algunos trucos o soluciones fallidas o artificiales que, le permiten amortiguar transitoriamente su profundo temor.
Fromm habla de las siguientes tentativas para escapar del estado de separación:
1. Los estados orgiásticos:
Por medio de la orgía el sujeto logra un estado transitorio de exaltación en el cual el mundo exterior desaparece, y con él el sentimiento de separatividad con respecto al mismo. Esta orgía puede provocarse por medio de las drogas, por rituales de cierta índole, por el alcohol, y por la experiencia sexual. Los rituales de tribus primitivas ofrecen un cuadro de este tipo de solución, pero esta misma se presenta también en sociedades más civilizadas, en los rituales religiosos que producen una experiencia de fusión con el grupo y con una divinidad que al perdonar el pecado recompensa al creyente otorgándole el “estado de gracia”.
El alcohol y las drogas proporcionan una violenta pero transitoria sensación de unión con la gente o con el mundo, pero cuando la experiencia orgiástico termina, se sienten más separados y angustiados.
2. La conformidad con el grupo:
Se trata de una unión en la cual el ser individual desaparece en gran medida, y cuya finalidad es la pertenencia al rebaño. En la medida que el sujeto se haga idéntico a sus semejantes y acepte sus ideas, patrones y costumbres sin pensar ni vacilar, se salvará de la separatividad , y por consiguiente de la soledad y la angustia.
Sin embargo, el precio a pagar es muy grande, ya que comprende la libertad y la individualidad. Además, como lo dice Fromm, la unión por la conformidad no es intensa ni violenta; es calma dictada por la rutina, y por ello mismo, suele resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separatividad , debiendo recurrir además a los estados orgiásticos. Sostiene Fromm que la conformidad tipo rebaño ofrece tan sólo la ventaja de ser permanente y no espasmódica, ya que el individuo es introducido en el patrón de conformidad a los 3 ó 4 años y a partir de ese momento nunca pierde el contacto con el rebaño. Aún su funeral que él anticipa como su última actividad social importante, está estrictamente de acuerdo con el patrón.
3. La actividad creadora:
En cualquier tipo de tarea creadora la persona que crea se une con su material, que representa el mundo exterior a él. El hombre se une al mundo en el proceso de creación. Sin embargo, la unidad alcanzada por medio del trabajo creador no es interpersonal y constituye por lo tanto, como los puntos anteriores, respuestas parciales al problema de la existencia. La solución plena está en el logro de la unión interpersonal, la fusión con otra persona, en el amor.
4. La unión por el amor:
Esta solución plena solamente podría lograrse al existir un verdadero amor y no una unión pasional, ni menos simbiótica. La unión pasional sería aquélla en la cual la persona es esclava de una pasión y en realidad su “actividad” es una “pasividad”, puesto que está impulsado; es el que sufre la acción y no el que la realiza. La unión simbiótica es la que se produce al existir una dependencia en que ambos se necesitan mutuamente y procuran “absorberse” recíprocamente. Es como una forma de vampirismo o parasitismo. La unión por el amor solamente es válida cuando hay amor maduro, es decir, unión a condición de preservar la propia individualidad.
A través de la profunda descripción de Fromm podemos ver como el sapiens tiene como motivación principal en la vida, su profunda angustia, basada en el temor a la liberación con respecto al computador central. Sugerimos al lector que analice cualquier aspecto de la psicología social usando la clave maestra del conocimiento del Alma Colectiva en el sapiens. Sea el amor, sea la política, la guerra, el arte la moral, la justicia o la injusticia; todo lo podrá entender con la comprensión previa del misterio del Computador central.
A estas alturas, muchos lectores pueden sentirse preocupados, porque tal vez esperaban más “magia”, misterio y ocultismo. Deseaban quizá la revelación de fantásticos secretos que le permitirían desdoblarse con un simple “abracadabra” o alcanzar la clarividencia con la apertura del tercer ojo. ¡Paciencia!, el más impaciente y superficial es el que menos ve. Solamente el que intuye que las grandes verdades se encuentran en lo simple, puede llegar a ver bajo la superficie de las apariencias.
La gente siempre busca lo complicado, creyendo encontrar una equivalencia entre complejidad y verdad. Si meditamos profundamente nos daremos cuenta que es mucho más difícil reparar en lo simple que en lo complejo. Lo simple se aparece tan desprovisto de atractivo que nadie se preocupa de estudiarlo o de esforzarse por penetrar la superficie. No obstante, la verdad está en lo simple, y es por eso que se afirma que la “verdad está escrita en el libro abierto de la naturaleza”. La verdad está “botada” por todas partes y nadie repara en ella. Es más difícil “conocer lo que ya se conoce” que aquello que se ignora. Lo conocido no llama la atención, y existe ya sobre ello una cantidad de prejuicios.
Es por eso que el intelecto lo arrincona en el desván de lo insignificante e inservible, despreciando el profundo tesoro que puede encerrar.
El misterio del ocultismo y la magia se basa en la comprensión de lo que es de todos conocido pero que nadie comprende. Es por eso que el vulgo anda tan perdido y desorientado al tratar de encontrar misteriosos maestros en la India, de dominar extrañas cualidades parasicológicas, o de encontrar curiosos y desaparecidos manuscritos con los “secretos mágicos”.
La palabra “ocultismo” no designa un conocimiento desconocido, sino una enseñanza que está oculta. Oculta por la tontería humana, por el snobismo, la superficialidad, la fantasía, y la falta de un estado de conciencia superior. Es por eso que muchas veces, al faltar el “abracadabra” el estudiante se siente defraudado ya que él esperaba lo “mágico”. Pero, ¿cual es generalmente el concepto de lo mágico?
Lo mágico es el alimento de la esperanza de los flojos, los cuales creen que basta aprender ciertos trucos o alcanzar ciertos “poderes” para poder alcanzar sin esfuerzo alguno, por arte de magia, la realización de todos sus deseos. Es decir, conciben el arte mágico como el ejercicio de lo arbitrario, en un procedimiento en el cual el mundo y la naturaleza estarían sometidos a los caprichos o arbitrarios deseos del hechicero. Desde ya, debemos desilusionarlos, porque lo arbitrario no existe en el Universo, y de existir, provocaría la destrucción del Cosmos.
La gente le tiene horror al esfuerzo, y por lo tanto, lo “mágico-fácil” tiene un atractivo extraordinario sobre los incautos. Parafraseando a Hermes Trismegisto podemos afirmar que “como es arriba es abajo” y que por lo tanto, tal como la obtención de algo físico o material demanda trabajo, tiempo, y esfuerzo, igual ocurre con lo hermético, arte en el cual, solamente después de un largo proceso iniciático, es posible recién comenzar a dar los primeros pasos. Sin embargo, no debemos tampoco olvidar que el esfuerzo va en relación a la importancia de la meta que perseguimos, y que no conocemos ninguna meta más alta y noble que la de llegar a convertirse en un verdadero ser humano de altas cualidades espirituales.
Muchas personas identifican lo mágico con las dotes parapsicológicas, creyendo que la suprema meta del Ocultismo consiste en desarrollar los poderes PSI. Se comprende el equívoco en virtud del completo desconocimiento que existe en lo que a Ocultismo se refiere, cuyas metas espirituales no son ni temporales ni relativas, sino infinitas, eternas, y absolutas, trascendiendo la materia, el momento histórico, la vida y la muerte.
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